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Cellbit siempre fue una persona con altos niveles de paciencia. Su tranquilidad y sus recursos creativos lo destacaron entre los demás profesores y se ha ganado el cariño de todo su alumnado joven por su forma de ser y su mediación. Nunca ha gritado pero ese día hubiese deseado hacerlo. El traslado fue tranquilo, la estadía inquieta. ¿El responsable? Pues...

—De verdad que lo sentimos, mi padre se ha encargado de cubrir todos los gastos y ha hablado seriamente con mi cho-

—Roier, ¿quieres callarte? Todavía tengo la gasolina en la punta de la nariz y el frente del carro besando mi brazo. Tu alteración no ayuda, tú en general no ayudas. Vete.

Se repetía que no iba a gritar y tampoco maldecir, aunque ese muchacho se lo estaba poniendo muy difícil. Estaba cansado, no pudo ir a impartir su docencia y un reciente llamado por parte de la dirección diciendo que se tomase el tiempo de descanso necesario le hizo sentir de lo más inútil. Él amaba a esos niños, dejarlos solos tan solo un día se sentía de lo más miserable posible.

—Lo siento. ¡Espera! ¿Me conoces?.

¿Está seguro él de no haber sufrido una contusión?.

—Tú trabajas impartiendo clases de nivel superior, yo trabajo en el área verde. Hemos coincidido algunas veces, soy bueno reconociendo rostros.

—No manches, es cierto.

—Vete, quiero estar solo.

Ya respondió a todo, quería un poco de silencio. Roier tragó con pesadez y dejó sus pertenecias en el asiento que antes ocupaba él, yendo hacia la puerta a paso pesado.

Ha de haber durado con suerte unas horas allí. Firmó unos papeles y tras el visto del médico de cabecera se ha ido con el brazo enyesado y una prescripción para el malestar en su cuerpo. Dentro de todo la sacó barata, pero aquél golpe le produjo estragos psicológicos muy fuertes.

¿Qué harían los niños solos a cargo del novato? Aún no sabía cambiarle el pañal a los más pequeños ni mucho menos encargarse de la parte recreativa entorno a las manualidades pero ha de admitir que en el tiempo de cocina y en el área musical se desenvuelve más que estupendamente. Quackity de seguro ha transcurrido un día muy pesado, esperaba que por lo menos Baghera lo haya supervisado logrando nivelar la situación.

Con la medicación en bolsa y los charcos tragándose su calzado Cellbit llegó a su propiedad. Era una pequeña habitación con baño detrás de un restaurante cerrado por vacaciones. Los dueños Missa y Philza vivían en la parte superior y le permitían quedarse siempre y cuando cuidase de su hijo Chayanne cuando lo precisasen. No era un mal intercambio pero siempre le ha parecido injusto no reconocerles su acción con algo más. El matrimonio estaba negado y cada vez que sacaba el asunto a flote queriéndoles dar una parte de su dinero ellos se miraban entre sí y sonreían negándose.

El día se completa mediante su habitual rutina adaptándose a la ausencia de su mano hábil. Al siguiente, asiste a su trabajo siendo recibido por el abrazo de todos los infantes quienes lucían muy contentos de que haya vuelto. No estaba acontumbrado a que los roles se invirtiesen y su compañero más joven sea quien haga la parte más complicada pero allí estaba; Quackity estaba liderando esas almas pequeñas con una canción acústica acerca de patos en el río. Aunque claro, los patos son de lagunas pero Cellbit no quería arruinar el ambiente con sus comentarios.

—The little duck is in the river, el pequeño pato está en el río... Plish plosh plish, he dance and shake his feathers like this. Él baila y bate sus alas así.

Creando agudos con la guitarra, algunos niños se remueven imitando al animal.

—Ñam.

—Richas, las cuerdas no saben ricas.

—Espaguetis.

Cellbit se llevó la mano a su boca cubriendo su sonrisa. No era la primera vez que escuchaban al niño comparar las cuerdas del instrumento con el alimento pero siempre le causaba ternura.

—Creo que ya es hora de preparar el almuerzo.— Captando el entusiasmo, el mayor va por el delantal.

Como siempre Pomme se ofrece a anudarlo en su espalda haciendo un listón imperfecto pero lleno de cariño. Él deja una caricia en su cabeza y va a lavar sus manos con paciencia mientras Baghera ingresa a encargarse de los infantes. Quackity le sigue de cerca trasladandose a la pequeña cocina sacando las verduras y entre comentarios cortos y su poco ritmo práctico concretan la comida.

El ambiente lo hace sentir agradecido de haber tenido una segunda oportunidad.

Culpabilidad [GUAPODÚO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora