8. Tentación

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Trago saliva.

No sé cuántas veces.

Tampoco cuántos minutos estuve sin respirar, esperando que Blaz abriera mi puerta y me grite.

Solo siento que mi garganta se seca, que mis ojos no pueden abrirse más y termino dormida en los brazos de Joss. Le conté lo que vi abajo y no pareció sorprendido, solo me dijo que no me preocupará y me abrazó. No le dije lo del baño, solo le pedí que no siguiera viendo a más mujeres como Blaz y Klaus, y él aceptó.

Cuando despierto esta mañana nadie habla de lo ocurrido. Por lo que no le tiento a la muerte.

Voy a clases casi corriendo, por suerte Blaz no me detiene.

Joss me dio de comer hoy. Estoy siendo malcriada, soy muy consciente de ello, pero no me voy a quejar de eso. Me gusta que me preparen la comida y me encanta vivir en una casa grande, luminosa y moderna en un extenso terreno verde con una vista perfecta del lago. Y obviamente amo saber qué hay tres —bueno dos—, hombres cuidándome.

Las clases como siempre son increíbles, el profesor se esfuerza en enseñarme y yo con buena voluntad pongo todo de mi parte.

Cuando miro las letras, siento que el mundo cobra vida de una manera que nunca antes había experimentado. Son como pequeñas puertas que se abren a mundos desconocidos, llenos de historias por descubrir y aventuras por vivir.

Al principio, las letras parecían simples garabatos en una página, pero con cada lección, con cada palabra que logro formar, siento que estoy desentrañando un misterio. Cada letra tiene su propio significado y su propio sonido, y aprender a combinarlas es como armar un rompecabezas complicado pero gratificante.

A veces me frustro cuando no entiendo una palabra o cuando me equivoco al pronunciarla, pero cada error es solo otro paso en mi viaje hacia la maestría. Y cuando finalmente logro leer una oración completa sin ayuda, siento una oleada de orgullo y satisfacción que me impulsa a seguir adelante.

Aprender a leer no solo es adquirir una habilidad práctica, sino también abrir una ventana a un mundo de conocimiento y comprensión. Me emociona pensar en todas las historias que podré disfrutar y en todo lo que podré aprender gracias a esta nueva habilidad.

Y aunque aún tengo mucho camino por recorrer, estoy emocionada por el viaje que tengo por delante y por todas las maravillas que me esperan entre las páginas de los libros.

Al terminar mi lección, me despido del señor y me dirijo a la sala, dónde encuentro a Klaus hablando por teléfono, de espalda a mí.

—No te preocupes, Blaz, la voy a cuidar bien —lo escucho decir—. Ajá... Está bien.

Cuando se da la vuelta me ve y cuelga.

—¿Estás de niñero? —pregunto, he visto que tratan de no dejarme sola.

—Sí. Toma asiento, por favor —dice.

Camina en dirección al sofá verde de sedosa textura frotándome los brazos a través del abrigo para entrar en calor. La nieve cae como un fino polvo al otro lado del inmenso ventanal.

Klaus espera a que ocupe mi lugar en el mueble mullido y anuncia, aún de pie: —La señora Wagner traerá una bandeja con alimentos en dos horas, como te trajo unos bocadillos mientras estabas en clases supuse que aún no tienes hambre. Mientras tanto, considero que ambos podemos beneficiarnos de una copa de Riesling mientras vemos tu serie.

—Gracias —respondo con una leve inclinación de cabeza.

Comenzamos a ver la serie Outlander anoche y me gustó, sé que a él también le gustó las escenas calientes y la química entre los personajes. Me está usando como excusa para seguir viéndola. Pero la idea es reconfortante.

DesenfrenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora