Influencia

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Cuando Goo recobró la conciencia, se encontró acostado en la cama, envuelto en los cálidos brazos de Gun que lo abrazaban desde atrás. Una mezcla de emociones y pensamientos confusos invadieron su mente mientras despertaba lentamente.

¿Se había vuelto loco? ¿Cómo había llegado a esto?

A pesar de que su deseo por Gun era inconmensurable, sabía que no estaba bien. Podía culpar al rut que había nublado su juicio, pero en el fondo, sabía que había sido su elección. Por más incapacitado que estuviese por su estado, en el fondo deseaba que eso sucediera.

Intentó levantar la mano de Gun, pero el agarre del japonés se volvió más firme, impidiendo su escape. Goo bufó de frustración y volvió a intentarlo, esta vez logrando liberarse. Sin embargo, al poner los pies en el suelo, sus piernas temblaron y flaquearon, haciéndolo caer sentado provocando un ruido sordo.

—Tsk. —Un gesto de dolor se reflejó en su rostro mientras se llevaba una mano a la zona adolorida. Volteó hacia la cama con cautela, comprobando aliviado que Gun seguía profundamente dormido.

Con cuidado, se puso rápidamente algunas prendas y salió de la habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de sí. Fue entonces cuando divisó la silueta de Crystal en la penumbra.

—¿Lo has hecho con el señor Gun? —La pregunta de la joven alfa fue directa y precisa, pronunciada con la elegancia que siempre la caracterizaba.

Goo sintió cómo la presión aumentaba rápidamente en su pecho, sintiéndose más incómodo de lo que jamás había estado en situaciones de pelea o confrontación. No sabía qué responder, y por primera vez en sus cortos veinte años de vida, se encontraba ante una encrucijada moral.

—¿A qué te refieres? —su voz sonó algo más ronca de lo habitual, intentando ganar tiempo mientras buscaba una respuesta adecuada. Pero por dentro, sabía que las palabras correctas se le escapaban, atrapado en la telaraña de una noche candente que ahora se convertía en un dilema moral y emocional.

Crystal se acercó a Goo y tocó suavemente con su índice el cuello del rubio. —No intentes engañarme, tu cuerpo es evidencia de lo sucedido —dijo con sutileza. —Esta mañana fui a tu habitación para ver cómo estabas, si necesitabas algo, y me encontré con una sorpresa al sentir unas feromonas poderosas escapando de tu cuarto. Feromonas que no eran tuyas, tan potentes que ni siquiera las instalaciones especiales que pusimos en tu habitación lograron contener. Aunque, no fue una cantidad grande. —Hizo una pausa significativa. —Pero deberías estar tranquilo, ni papá ni ninguno de nuestros hermanos ha estado por aquí.

Goo sintió un alivio instantáneo reflejado en su rostro. —¿De verdad? —preguntó con un tono de voz aliviado.

—Ven, vamos a salir —ordenó Crystal, indicando con un gesto que lo siguiera.

Goo no tenía ganas de cuestionar, ni siquiera sabía cómo hacer que la situación fuera menos incómoda.

—Vamos a hacerte revisar, tu cuerpo estuvo expuesto a una feromona muy poderosa y, si mis suposiciones son correctas, debes estar experimentando dolor. Es mejor que un médico te revise. —Añadió Crystal mientras caminaban hacia afuera.

Ambos salieron, siendo Crystal quien tomó el volante y condujo hasta una de las clínicas manejadas por Eugene.

En la clínica, Goo fue sometido a una serie de exámenes físicos y de sangre. Una vez completados, fueron llevados a la sala del médico.

—Toma estas pastillas cada ocho horas, te ayudarán a aliviar el dolor. Además, deberías aplicar este ungüento para que las heridas cicatricen más rápido —explicó el doctor, entregándole las medicinas.

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