Frío. Hacía mucho frío. Era de noche y corría por las calles desiertas. No había nadie, solo mi pulso acelerado y yo. No podía más, no podía ya casi respirar. Corría, corría y corría. No sabía a dónde ir, solo sabía que debía correr lo más rápido posible para que aquella cosa no me alcanzara. No sabía lo que era, pero ya no importaba. Giré la cabeza hacia atrás para cerciorarme de que estaba lejos. Mis ojos se agrandaron como platos: solo nos separaban un par de metros. Seguí corriendo. Sentía como esa cosa estaba a punto de alcanzarme. Después de lo que parecieron horas, me tropecé y caí al suelo. Rápidamente, me tapé las manos para, inútilmente, protegerme. Abrí un momento los ojos y vi una gran sombra oscura que se acercaba velozmente. Tenía miedo. Mucho miedo. Estaba aterrorizada y exhausta de tanto correr. Había llegado mi hora. Lo sentía en todas las células de mi cuerpo, pero mi cerebro me pedía que reaccionara, que siguiera luchando. Mi corazón le respondió con pulsaciones rápidas y dolorosas. Venía a por mí. ¿El porqué? Lo ignoraba. Pero ya estaba aquí. Justo cuando me iba a atrapar... Me desperté de sopetón en mi cama. Me incorporé a la velocidad del rayo y miré hacia mi alrededor. Estaba en mi habitación. Estaba bien. Poco a poco volví a sentir el aire que llenaba mis pulmones. Miré el móvil: las seis de la mañana. Genial, solo faltaba media hora para despertarme. Me restregué los ojos con las manos y me levanté, mareándome en el proceso. Me dirigí al baño y me observé en el espejo. Tenía unas grandes ojeras y la cara pálida; llevaba ya días teniendo la misma pesadilla y eso me había pasado factura.
Minutos más tarde, ya estaba con la cara limpia y vestida. Salí de mi cuarto y me fui a la diminuta cocina de mi piso. No podía quejarme. Era lo más barato que encontré en el centro de Madrid. Abrí la nevera y saqué el cartón de leche. Solo me haría un café. Después de esa horrible pesadilla, se me había quitado el hambre. Me puse la chaqueta, cogí mi mochila y salí de mi piso. Tenía clases por la mañana en la Complutense de Madrid. No tenía ganas, estaba cansada por no haber dormido bien. Suspiré profundamente y me dirigí a la parada de autobús. Empezaba un nuevo día para la chica normal y corriente, Dara, en un mundo normal y corriente.
Estaba sentada esperando al bus, con los cascos puestos, escuchando música. Había dos señoras hablando alegremente sobre las compras que realizarían ese día. Las estaba mirando cuando me vista se fijó en un callejón que estaba demasiado oscuro para ser de día. No sabía por qué, pero me daba muy mal rollo. Me quedé empanada mirándolo y se me corta la respiración. Allí estaba otra vez la sombra, acechándome desde lejos.
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Un monstruo viene a verme
HorreurDara es una chica normal y corriente, en un mundo normal y corriente... ¿O no? Desde hace unos días siente una presencia oscura que la persigue vaya donde vaya, esté con quien esté. Ya no sabe que hacer. No duerme bien y le está afectando tanto en...