ᴠɪᴅᴀ ʏ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ
Adhara White es una joven estudiante que vive en Japón, donde intenta borrar las huellas de su trágico pasado. Sin embargo, la suerte no se pone siempre de su lado. Es entonces cuando, el mundialmente reconocido detective L, encuentra...
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Región de Kantō, Japón, 10 de diciembre del 2003.
Las paredes de la habitación estaban pintadas de un tono blanco con un sutil toque grisáceo. Hacían un buen contraste con los diversos carteles e imágenes de cantantes que colgaban de ellas. A su vez, discos, cajetillas de cigarrillos vacías y colillas, y algunos pares de zapatos estaban dispersos en el suelo del cuarto de Adhara. Sobre su mesita de noche, y a un costado de un cenicero, aún estaba un libro que había dejado a medio leer por la noche. Indigno de ser humano. Un título interesante que había captado su atención mientras vagaba por la librería hace una semana después de la clase de Inglés. ¿O era Morfología Japonesa? Adhara no lo recordaba con claridad.
Ella solía ser un tanto desordenada, por lo que, era usual que en su cuarto hubiera todo tipo de cosas, desde algunas plantas decorativas, hasta las más extrañas baratijas que encontraba curiosas. Ella coleccionaba cualquier clase de objetos, incluso si eran poco funcionales, como aquellos viejos audífonos que guardaba en su cajonera de madera, de los cuales solo uno servía. Aunque todo lo hacía por un extraño valor sentimental, le costaba trabajo despedirse de las cosas.
Adhara se encontraba viéndose en el espejo de su tocador mientras terminaba de colocarse un poco de tinta en sus pálidos labios, otorgándoles algo de color. Ella reparó en su apariencia; ojos rasgados con un poco de delineador, nariz respingada y pómulos marcados. Se consideraba a sí misma lo suficientemente atractiva como para obtener lo que necesitaba, sin embargo, no podía evitar que al mirar su reflejo, la invadiera el deseo de ser más.
«Ser más bonita, ser más delgada, ser más inteligente. Solo ser más».
La chica acomodó su flequillo para cubrir la cicatriz que atravesaba el arco de su ceja izquierda. Era una pequeña y casi imperceptible marca, pero aún así, ella no quería que nadie pudiera notar esa imperfección en su rostro. Adhara no quería al descubierto dejar nada que pudiera arruinar su imagen, mucho menos en un día tan importante como lo era aquella mañana en la que, después de ir clases, tendría una cita.
En realidad, la simple idea de tener una cita casi la hacía querer salir corriendo al baño para vomitar. No sabía cómo es que había aceptado, aunque después de repasar mentalmente la escena de hace tres días, cuando Junho, el chico con el que compartía mesa de trabajo en una de sus clases, le pidió que salieran justo en medio de una conversación con sus amigas de la universidad, no le había quedado más remedio que aceptar. Fue algo así como presión social.
Adhara soltó una pequeña bocanada de aire. Estaba lista. Pero, ¿de verdad lo estaba? Ella nunca había sido una persona muy sociable, ni siquiera cuando era niña. Y esa era una época que no le gustaba recordar, especialmente por las personas que formaban parte de esos recuerdos. Tampoco es como que le interesara establecer un noviazgo, pero ahora se había metido en este lío.
