Capítulo O6

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El sol caía lentamente en el patio de la prisión, creando una ilusión efímera de libertad entre los barrotes y las alambradas. Hacía un día precioso, un clima fresco y acogedor. La brisa ligera me despeinaba juguetonamente, cosquilleando en mi nariz por la tierra y polvo que levantaba.

Por supuesto que me sentía cansado. No había zona de mi cuerpo sin un corte o moretón, mi estómago y boca se sentían ácidos por todas las patadas que recibí en el abdomen las últimas doce horas, además de que no podía ingerir alimento alguno sin vomitarlo. Mi ojo estaba hinchado y apenas podía ver bien, el labio partido me ardia y mis costillas punzaban. Llevaba días sin dormir y sin bañarme, pues me invadía un terror horrible a la hora de intentar hacer ambas cosas. Sabía que si bajaba la guardia, volverían a atacarme.

Park y los reos no me habían dejado en paz en lo que era ya un mes completo.

A pesar de todo, existía un motivo para tratar de apartar el dolor y la paranoia de mi mente, y permitirme disfrutar brevemente de la escasa paz que mis decisiones recientes podían ofrecer de vez en cuando.

Estábamos sentados en una de las bancas. BaekHyun, usando algunos contactos que tenía aquí adentro, consiguió una caja entera de coloridos y brillantes esmaltes para uñas. Y, ¡por Dios! Éramos un verdadero desastre de brillantinas y colores pegajosos. TaeHyung insistió en pintarse cada uña de azul, para que combinara con su cabello, pero sólo logró asimilarse a un gracioso pitufo. Baek se había pintado incluso la cara, como si fuera maquillaje. Y yo, tenía esmalte en cualquier parte menos en mis uñas, todo debido al pésimo pulso que descubrí que sufría.

Ah claro. Para rebanar a un humano mi muñeca parecía de hierro, pero intentaba pincelar la uña de mi meñique y de repente padecía Síndrome de Parkinson.

En fin. Era divertido. Llevábamos ya dos horas al aire libre, riendo a todo volumen y molestándonos con bromas e insultos bobos. No podía sentirme más tranquilo, como si las demás sombras acechando mi espalda simplemente no existieran.

Ese mes fue tan horrendo como hermoso. Dejando de lado el acoso y las golpizas, tuve el privilegio de experimentar lo que era pertenecer a un grupo de amigos.

No fui al colegio de niño, ni al jardín. Estuve toda mi infancia en la casa de Chul, y parte de mi adolescencia en la mansión de Madame Jeon. Quien, podría decirse, era como mi madre. Jamás me atrevería a decir que Chul fue un padre, claro que no. Creci rodeado de un jefe, colegas y esa mujer, que era la única que no me trataba como una especie de arma o alguna raza de perro. Mi mundo entero fueron ellos, jamás vi algo diferente.

Conocer a los chicos era algo mágico. Hacíamos todo juntos. Labores y tareas, entrenamientos en el gimnasio, talleres recreativos, deportes divertidos en el patio, paseos por los pasillos. Comíamos sentados en la misma mesa, y parecía que los temas de conversación se tornaban eternos y que mis risas podían ser infinitas.

En ese momento, viendo las nubes y el azul del cielo sobre nuestras cabezas, mientras nos reimos de la línea verde lima que cruza el ojo de Baek tras haberse metido el pincel del esmalte en la cuenca, pienso que, sin importar lo que me suceda, tendré suficiente con haber vivido algo como esto.

Claro que opino que es injusto. Pero mi plan sigue siendo mostrar resiliencia y más resistencia hasta que Park y su grupito noten que no podrán doblegarme ni obligarme a unirme a ellos.

─¿Qué tal si dejan de burlarse de mí y me limpian el maldito ojo? ¡Duele~!

El lloriqueo de Baek, junto al movimiento de sus manos agitándose con cierta desesperación frente a su rostro, me traen de vuelta del pequeño momento de reflexión que me había desconectado.

dandelions › jikook. [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora