Las veinticuatro horas del día, a Kirari, siempre se le hacían como treinta. Sentía el paso del tiempo lento, aburrido..., siempre igual. A medida que iba creciendo aquella falencia se agudizaba, resultando en una molestia. Se preguntaba si la tierra estaría girando más despacio o si sería ella la que tendría problemas de percepción, pues nadie más parecía quejarse sobre ello en esa casa.
Hasta que un día comprendió el secreto detrás del tiempo.
Si te aburres, pasa lento. Si te diviertes, pasa volando. El tiempo está relacionado con tu estado de ánimo. Lo creyó cruel. ¿Por qué no podía pasar igual de lento mientras jugaba con Sayaka? ¿Por qué tenía que bajar el sol y resignarse a verla partir? Las horas con ella habían pasado tan rápido que ni se percató de lo tarde que era. Antes de darse cuenta, Sayaka ya se estaba despidiendo. La noche llegaba, cubriendo con su manta oscura aquella casa tradicional a la que se había resignado a volver.
Kirari, leyendo el expediente de los Igarashi en su habitación, sufría de un sentimiento amargo en el pecho. Sabía lo que se encontraría al tomar esos papeles, más no pudo hacer caso omiso antes a una voz mentirosa. Ésta le gritaba que era todo un malentendido, que cuando descubriera esos papeles ninguna mala noticia habría. ¿Cuántos Igarashi podía haber en Japón? ¡Muchos! Le decía, atribuyendo al nombre de Sayaka una simple coincidencia. Todo resultó en una falsa esperanza. Por creerle la caída fue más dura.
«Era demasiado bueno para ser verdad»
Todo indicaba que su destino no era tener amistades. Ahora, con la verdad más que confirmada, una encrucijada se llevaba a cabo en su corazón: decirle o no. Pero, pareciera ser, ya no sería necesario el confesarse.
Al otro día, cuando fue a su lugar secreto, no encontró a Sayaka cuando puso el ojo en el agujero de la cerca. Ella siempre estaba ahí, esperándola. Debía haber una razón muy importante para su ausencia. La pelota celeste perdía fuerza en la mano mientras un sentimiento de soledad se apropiaba de ella.
«Ya se habrá enterado»
Se preguntaba si lo que estaba sintiendo era dolor, arrepentimiento o quizás enfado. Kirari estaba tan lejos de la senda común de las emociones humanas que incluso le resultaba difícil el percatarse de su propio sentir. Pero que allí estaba, estaba. Navegando por su sistema como una falla molesta.
Se puso a picar la pelota sin ganas. Pensó que la tarde veraniega se estaba acoplando a sus sentimientos, pues unas gotitas, luego de un rato esperando a quien no iba a llegar, empezaron a caer sobre su cabeza. Subió el rostro, esperando encontrar un cielo nublado, más lo que encontró la dejó de piedra.
—Sayaka...
La niña estaba aferrada a la rama como ayer. Su rostro, rojo e hinchado, dejaba caer lágrimas hacia ella. En sus labios, una sonrisa triste.
—Kirari..., ¿soy una mala hija?
Kirari mantenía unos ojos impresionados. Negó lentamente con la cabeza. Sayaka arrugaba los labios, aspirando el llanto por la nariz. A diferencia del cuadro de libertad que había visto el día de ayer, éste se asemejaba al de la desesperanza absoluta. Los ojos de Sayaka se estrechaban con sincero dolor, su boca se abría para soltar un desgarrador grito.
—¡¿Entonces por qué van a dejarme?!
—Sayaka...
Kirari levantaba los brazos sin pensar. Sayaka cerró los ojos y se lanzó hacia ella en un salto de fe guiado por la soledad. El dolor de la estampida, que le tiraba en la espalda, no era nada para Kirari comparado al dolor que le generaba esa niña llorando sobre su pecho. Se aferraba fuerte de su Kimono negro, temblorosa. Tenía el cabello despeinado y rasguños en los brazos y piernas, como si se hubiera peleado con ese árbol en vez de treparlo.
![](https://img.wattpad.com/cover/363727953-288-k818556.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Kakegurui: La niña del otro lado de la cerca
FanficLa prematura líder del Clan Momobami se encuentra con otra niña que nada tiene qué ver con ella. Fascinada con las diferencias, temerosa de que ella descubra su identidad, comienzan una amistad inocente que poco tardará en convertirse en una torment...