Capitulo 5. El Inicio de Todo

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La elección estaba hecha, Shiryu tomaría rienda del Santuario solo por debajo de la diosa. Todo el lugar estallaba de alegría y el nuevo Patriarca sería invitado por Athena a ascender por las doce Casas, rumbo a su nuevo recinto. Aún confuso y con dudas, aceptó y ambos ingresaron por la Casa de Aries y, al quedar solos, el Caballero buscó respuesta a las dudas que llenaban su cabeza.

-Shiryu-. Habló Athena. -A través de los últimos años has adquirido una inmensa sabiduría y un poder que supera el de algún otro Caballero Dorado. Aquellos que has tomado bajo tus enseñanzas han sido dignos de portar armaduras y ser nombrados Caballeros. Has sido más que un maestro, tu eres el Gran Maestro-. Shiryu guardaba silenció, las palabras no tomaban posición dentro de sí y la diosa continuó. -No debes tener dudas, no tambalees. Eres un hombre seguro y confiable, contagia aquello a todo quien quede bajo tu mandato. Mi fe y esperanza ahora están depositadas en ti y me alegra que así sea, mi Gran Patriarca-. Detrás de ellos, se presentaron los cuatro Caballeros Dorados y no tardaron en felicitar con más cercanía a su compañero. Athena se despidió y siguió escalones arriba hacia sus aposentos en la cima de la montaña que alberga el Santuario.

-Enhorabuena amigo, eres perfecto para este puesto. Me siento mal de no haberte nombrado allá abajo, pero Saori (Athena) tuvo mejor ojo que yo-. Decía Seiya entre breves ataques de risa y nerviosismo. -Mañana partiré de Budapest, hubiera sido genial que me acompañaras, pero seguro tu nuevo trabajo te tendrá ocupado-.

-Imagino que así será-. Contestó Shiryu con severa sobriedad. -¿Por qué Budapest?-.

-Escuché que es lindo en verano y, a diferencia de ti, no puedo convertir a cualquiera en Caballero, tal vez ahí encuentre un buen prospecto-. Seiya se despidió de sus compañeros y, imitando a Athena, subió las escalinatas hacía la Casa de Sagitario, la novena del Santuario.

El resto de Caballeros se despidieron de igual forma y se dirigieron a sus respectivas Casas, pero Shun quedaría en último junto al Patriarca.

-Piensas en ellos, ¿verdad?-. Declaró el Caballero de Virgo.

-¿Cómo lo sabes?-. Cuestionó de inmediato Shiryu, pero Shun solo sonrió y siguió su camino detrás del resto.

8 años atrás

¿Enserio es todo Larudo?-. Shiryu dirigió esas palabras a un joven con cabello brillante. Su cuerpo era voluminoso y fuerte, pero mirada aun reflejaba inocencia. Por más que intentó ponerse de pie, el cansancio y el daño lo clavaban al suelo. Pronto se acercó otro joven para ayudarlo a ponerse de pie. Era más delgado pero fornido, con una mirada violenta y un cabello oscuro,

-Perder es una cosa, pero vaya... a ti siempre te usan de trapeador, escoba y recogedor-. Entre risas ambos se pusieron de pie mientras El Caballero de Libra se acercaba.

-Intenta hacerlo mejor, Jaren. Es tu turno-. El rostro del joven tomó un tono rojizo de espanto mientras Larudo luchaba por el dolor que la risa le ocasionaba. Durante seis años, los dos jóvenes que intentaron robar las armaduras doradas en el desierto, habían entrenado en el Santuario. No eran los únicos aprendices de Shiryu, junto a ellos se encontraba un mucho menor joven de cabello castaño y con corte de casco, cejas gruesas y ojos oscuros. Su hablar era muy marcado y extraño, pues fue encontrado junto a su hermano en Inglaterra.

La amistad con ese pequeño los acercó bastante a su hermano mayor, quien lucía idéntico, pero con cejas menos notorias y una cabellera más clara. Tenía una edad similar a ellos y fue tomado por Seiya como su pupilo. Los cuatro pasaban mucho tiempo juntos, pues Seiya usualmente desaparecía por largas jornadas. A pesar de no provenir del mismo lugar, la amistad que se tenían llevó a los hermanos a compartir el objetivo de Jaren y Larudo.

Saint Seiya No Mercy I - La Caída del SantuarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora