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                                Alison Salvatore

Al terminar la cena subí a mi habitación y lo único que hice fue abrir la ventana y apagar la luz, me deslicé entre las acogedoras sábanas de mi cama, dejando que el peso del día se desvanezca. Cierro los ojos y dejo que la quietud de la habitación me abrace, liberándome de las preocupaciones que me han acompañado durante todo el día. El suave susurro de la brisa nocturna me reconforta, y poco a poco siento cómo cada músculo tenso se relaja. Con cada respiración profunda, mi mente se aclara y me siento más ligera. Dejo que el cansancio me envuelva mientras me sumerjo en un sueño reparador, listo para enfrentar un nuevo día con renovada energía.

                                          [...]

El sonido del despertador rompe el silencio de la habitación, y siento el ligero golpe de la realidad mientras mi cuerpo se despierta lentamente de su sueño profundo. Mis párpados se abren con esfuerzo, luchando contra el peso de la somnolencia, y me encuentro con la suave luz del amanecer filtrándose por las cortinas entreabiertas. Por un momento, me quedo inmóvil, aferrándome a los últimos vestigios del mundo de los sueños, pero la conciencia del día que me espera finalmente me obliga a moverme.

Con un suspiro resignado, me siento en el borde de la cama y estiro los brazos por encima de mi cabeza, sintiendo los músculos tensos después de una noche de descanso. Mis pies golpean el suelo frío cuando finalmente me levanto, y el aire fresco de la mañana me envuelve, recordándome que el mundo ya está en marcha fuera de mi pequeño refugio.

Caminando hacia mi armario, elijo cuidadosamente la ropa del día: unos vaqueros cómodos y un suave jersey gris que me abraza como una segunda piel. Mientras me visto, mi mente comienza a repasar la lista de tareas que tengo que enfrentar hoy, pero trato de apartar esos pensamientos por un momento y centrarme en el presente.

Bajo las escaleras hacia la cocina, donde el olor del café recién hecho me da la bienvenida. Mis padres ya están sentados a la mesa, con una sonrisa cálida en sus rostros mientras intercambiamos saludos matutinos. Me uno a ellos con un bostezo, agradecida por la familiaridad y el amor que impregnan el aire de la habitación.

Mientras tomo una taza de café caliente entre mis manos, siento cómo el calor me envuelve y despierta completamente mis sentidos. Es un momento de calma en medio del ajetreo del día que se avecina, y me siento agradecida por la oportunidad de compartir este momento con las personas que más quiero en el mundo.

— ¿Cómo has dormido cariño?— dijo mi madre dándome un beso en la frente mientras se sentaba en la mesa con un café y unas tostadas para mi.

— Bien, al menos.—

—Que raro que te hayas levantado tan temprano.— dijo Stefan irónicamente.

— Quería ir con tiempo hoy.—

—Todo saldrá bien, ¿vale? Tranquila.—

Asentí con una sonrisa mientras le daba un sorbo al café, me puse una chaqueta ya que el aire de la mañana me recorría por el cuerpo muy frío,

Con el corazón latiendo un poco más rápido de lo habitual, me dirijo hacia la puerta de entrada mientras mi padre espera pacientemente junto al coche. Es mi primer día en el instituto, y aunque intento mantener la compostura, los nervios me traicionan con cada latido.

Al acercarme al automóvil, mi padre me dedica una sonrisa tranquilizadora y abre la puerta para que suba. Me deslizo en el asiento del pasajero, sintiendo el hormigueo de la ansiedad recorrer mi cuerpo. Intento mantener una conversación ligera durante el trayecto, pero mis pensamientos están ocupados con la incertidumbre y las expectativas del día que se avecina.

Daughter Of My EnemiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora