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                                Alison Salvatore

Vi como el coche de Klaus se desparecía entre la oscura noche, me giré y abrí la puerta de mi casa, asomé la cabeza en la entrada al salón y mis padres dirigieron su mirada hacia a mi, en menos de que pudiera acercarme ellos ya estaban frente a mi.

—Madre mía ¿Alison donde estabas?—

—¿Por qué no has llamado?, ¿Cómo estás? ¿!Que te ha pasado?!—

Empezaron a preguntarme cosas sin aún haber asimilado lo que me había pasado.

—Estoy bien papá, mamá... Klaus me hizo salir del instituto dos horas antes y me montó en su coche.— dije mientras que a la mitad de la frase los ojos se me llenaron de lágrimas hasta que una de ellas cayó sobre mis mejillas.

Mis padres no dudaron en darme un abrazo con fuerza, habían pasado un buen susto, estaba atemorizada, solo quería estar sola y aclararme.

—Cariño, menos mal que estas bien, cualquier día
le clavare una maldita estaca en el corazón a ese ser.— suspiró mi padre.

—No pasa nada, no os preocupéis de verdad, estoy cansada deberíais descansar vosotros también, me voy a mi cuarto.—

Le di un abrazo de necesidad a mis padres mientras subía las escaleras después de un día agotador, con cada paso que daba hacia mi habitación, sentía el peso del cansancio acumulado en cada músculo de mi cuerpo. El suelo frío bajo mis pies descalzos contrastaba con el calor que emanaba del agua de la ducha. Con un suspiro de alivio, giré el grifo y dejé que el agua tibia cayera sobre mí, envolviéndome en su abrazo reconfortante.

Mis pensamientos comenzaron a girar en torno a los eventos del día, especialmente la angustia que sentí al ver a mis padres preocupados y desanimados. Las lágrimas se confundían con el agua que corría por mi rostro, una expresión física del dolor que pesaba en mi corazón.

Cada gota de agua que golpeaba mi piel parecía susurrar una pregunta sin respuesta, cada una llevándome más profundo en un mar de emociones turbulentas. El sonido monótono de la ducha se mezclaba con el latido apresurado de mi corazón, creando una sinfonía de ansiedad y tristeza.

Al salir de la ducha, me encontré frente al espejo, mirando mi reflejo con ojos enrojecidos y cansados. Cada rasgo de mi rostro parecía reflejar la carga emocional que llevaba. Mientras me cepillaba el pelo, el chirriar del cepillo parecía acompañar mis pensamientos, que seguían dando vueltas en mi cabeza sin descanso.

El pijama suave se deslizó sobre mi piel, pero no pudo calmar la tormenta que se agitaba dentro de mí. Me tumbé en la cama y dirigí mi mirada hacia la ventana, donde la luna brillaba en todo su esplendor. La luz plateada se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación con un resplandor tranquilo.

Cada detalle de la habitación parecía cobrar vida mientras me sumía más y más en mis pensamientos. Cerré los ojos y me dejé llevar por la calidez de las sábanas, tratando de encontrar consuelo en el abrazo suave de la noche. Con cada respiración profunda, me adentraba más en un estado de semi-consciencia, esperando que el sueño me llevara lejos de las preocupaciones del día.

                                             [...]

La mañana se filtraba lentamente a través de las cortinas entreabiertas, bañando mi habitación en una luz tenue y reconfortante. Sin embargo, en lugar de despertarme con renovada energía, mis preocupaciones se arrastraban de vuelta a mi mente como sombras persistentes. El sonido insistente del despertador cortaba el aire, rompiendo el silencio de la habitación con su ritmo repetitivo y molesto.

Daughter Of My EnemiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora