thirtieth eigth

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-imbécil, hombros gigantes, caja ancha... eh... Esa es Lalisa- Dije

que sacudiendo los brazos.

-Joder...- maldijo Jisoo. -Mis piernas están dobladas. Muy bien,

¿qué pasa con ella?

Estuve pensando qué decirle durante un tiempo, pero no se me ocurrió

nada inteligente.

-Bueno, necesitamos tiempo para pensarlo, porque todo es muy fácil.

Es de una rica familia Tailandesa con tradiciones. Y no aceptan a los

extranjeros-. Dije haciendo una mueca.

-Pero te tomó-, dijo ella, tomando un sorbo. -Cuando hablas de ella,

brillas como una bombilla.

No quise hablar más de Black, porque todo recuerdo maravillosa duele

al pensar que no habrá más.

-Vamos a dormir, tengo que ir a ver a mis padres mañana.

-Vale, pero con la condición de que vayamos a algún sitio el sábado.

- me estremecí con esas palabras. -Vamos, será divertido. Pasaremos

el día en el spa, y llegaremos a la ciudad esta noche. ¡Fiesta, fiesta,

fiesta...! -...gritó saltando arriba y abajo.

Al verla alegre y emocionada, me sentí culpable por haberla dejado

por tanto tiempo.

Hoy es sólo lunes, pero está bien. El fin de semana es nuestro.

El camino hacia mis padres era extremadamente corto, a pesar de los ciento cincuenta kilómetros que tenía que recorrer. Ni siquiera hubo

oportunidad de pensar en lo que les diría. Decidí no molestar más a mi

madre y continuar con la mentira negra preparada anteriormente.

Conduje hasta la entrada y salí del coche.

-¿Desapareces durante un mes y vuelves en ese coche? Creo que te

pagan bien en Tailandia- escuché la divertida voz de papá. -Hola,

nena.- Dijo y me abrazó fuerte.

-Hola, papá, es un coche de la compañía-, dije, abrazándolo. -Te

he echado mucho de menos.

Cuando sentí su calidez y escuché una voz cariñosa, me salieron

lágrimas de los ojos. Me sentía como una niña pequeña, que estaba en

algún lugar en el medio, siempre teniendo problemas para huir a los

gallineros.

-No sé lo que pasó, me dirás lo que quieres-, dijo, limpiándome los

ojos.

Papá nunca entró, esperó a que yo viniera y confesara lo que había en

mi corazón.

-¡Dios, qué delgada estás!

Me separé de mi padre y me dirigí hacia el porche, donde mi encantadora madre salió de detrás de la puerta. Como siempre, estaba impecablemente vestida y llena de maquillaje. Tenía el pelo largo y castaño y los ojos gatunos.

365 días ⇢❝Jenlisa G!P❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora