Alen y Eduard 2

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ALÉN

Aun lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Sus voces burlonas, sus insultos y sus risas, ellos dijeron que eran mis amigos, que confiara en ellos... nunca debí confiar en esos bastardos.

Mis ojos se abren nuevamente, tenia la esperanza de que al despertar me encontraría en mi cama, pero no, la luz tenue del cuarto y el sonido de la maquina que mide mis pulsaciones me recuerdan que sigo en la pesadilla. El dolor en mi cuerpo vuelve con más fuerza, mi cabeza comienza a dar vueltas, la sensación de vomitar aumenta. Tengo que reaccionar pronto y levantarme de esta cama, mi hermana, necesito saber dónde está y como se encuentra.

Una enferma entra a mi habitación, me pide que descanse pero no tengo intención de escucharla ahora solo quiero saber donde esta mi hermana y su estado actual, ante mi negativa ella solo se limita a darme una silla de ruedas y llevarme hacia una habitación, me abre la puerta y la veo, mi pequeño ángel.

No se ve nada bien, un tubo de respiración está en su boca, una gran venda cubre la mayor parte de su cabeza y la parte derecha de su rostro se encuentra parcialmente quemado, la enfermera me impide acercarme más. Las lagrimas comienzan a brotar de mis ojos, mi respiración es cada vez más agitada, estoy perdiendo la cabeza.

 -Debiste haber muerto tú... -No la pudiste proteger... -Tienes la culpa de todo esto... -Eres un bastardo... - Todo lo arruinas... -Muérete ya...

Los demonios en mi cabeza me hablan, sus voces me desesperan pero tienen razón, es mi culpa, nunca debimos haber cenado en ese restaurante, si no fuera por que cumplió años ese día, ellas estarían bien, nada de esto hubiera ocurrido, soy el único responsable...

La enfermera me da un tranquilizante y las voces se silencian.

Le pido que me lleve a ver a mi madre, dice que no es una buena idea y que debería descansar, debo afrontarlo ahora que los tranquilizantes hacen efecto, veo los ojos de la mujer que solo expresan tristeza y pena por mi, me dice que mañana me llevarás a verla que por ahora descanse, acepta sin más opciones. Aun no tengo la suficiente fuerza como para caminar por mi cuenta.

Trato de dormir pero es imposible, mi cabeza no deja de imaginar los diferentes escenarios en donde todo esta bien y no estoy aquí, la realidad es más cruda de lo que imagina, aun así tengo esperanzas, mi hermana mejorara, estará mejor y nuevamente podremos divertirnos juntos, podremos salir al parque y comeremos helados como siempre lo hacíamos, si la fe es lo último que me queda entonces me aferrare a ella con todo mi corazón.

Mis ojos se cierran y nuevamente estoy en esa pesadilla, las risas de esos bastardos me siguen atormentando, lo puedo ver, mi yo de niño junto a ellos, veo como me golpeaban, como me lastimaban y se mofaban de mi, se reían como unos. lunáticos y entre lagrimas me reía con ellos, pensando que eran mis amigos, hasta que ese día la bestia ataco... nos ataco a todos. Mis ojos se abren y otra pesadilla me ataca en la realidad.

La enfermera cumple su palabra y viene a mi habitación para llevarme a ver a mi madre en la morgue, antes de ir le pido que me de un tranquilizante.

 -¿Así será más fácil lidiar con nosotros?  -Los demonios ya despertaron.

Ella acepta y las voces se callan. Me lleva a la morgue y noto que el lugar es muy frío, la enfermera habla con la persona encargada, el señor me lanza una mirada de última, nos deja pasar y junto con ese señor llegamos a un cuarto aún más frío, abre el contenedor y de ella sale una camilla con un cuerpo cubierto por una sabana blanca, el señor mueve la sabana a la altura de los hombros de mi madre, veo su rostro, su piel es pálida y sus ojos cerrados, veo la marca de los cortes en su cabeza.

Encerrado con mi peor enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora