4 - Carta de un corazón desesperado.

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De la Calle 31, 10 de enero de 2024.

Querido:

No pondré tu nombre en esta carta, sabes que no puedo, además, quiero dirigirme a ti como si no tuvieras nombre, porque odio admitir que es el más bello de todos.

Quiero hablar, ¡por Dios, que quiero hablar! Juro que lo quiero hacer desde el primer día en que me haz hecho llorar, quiero hablar y decirte las cosas en la cara, pero, de nuevo, solo tengo esta carta. Quiero escribir desde mi corazón desnudo, tan desnudo como tú me has dejado en tu cama por las noches, quiero hablarte sin tener miedo a que te vayas, quiero decir cuánto me lastimas y cuánto quisiera que te dieras cuenta.

No puedo seguir así, basta. Ya no quiero continuar estas horas vacías, ya no quiero estas lágrimas, ni este corazón. El tiempo me desgasta hasta el último latido que tengo, y la espera y la paciencia deben, por favor, acabarse. No tengo más fuerzas, ni más ánimos, ni más palabras, los besos ya no son los mismos, y lo sabes. Esto de ser amantes para siempre no es tan romántico como solía serlo.

Sabes que te he extrañado desde el primer día, desde la siguiente semana, y todos los meses que me harás extrañarte, sabes que te quiero, sabes que te entregué y renuncié a todo, sabes que me haces falta. Me hace falta todo de ti y tú estás muy lejos, siempre estás lejos. Extraño tus besos sobre mi cabello, tus miradas sencillas, aunque llenas de complejidad, aquellas caricias toscas que recorrían todo mi cuerpo. Extraño ser yo a la que solías exhumar de mi propio corazón.

Ya no quiero esperarte a la puerta como un perro que espera a las sobras de la mesa, no quiero ser ese fantasma caminando las mismas calles oscuras con tal de verte. Quisiera ser nadie, quisiera no tener esta historia, quisiera no tener este recuerdo ni este dolor.

Pero es tan difícil… Mi corazón sigue latiendo, y mis sentimientos siguen contradiciendo a la razón.

Te odio tanto porque creo que también te amo demasiado. Te reclamo todos los besos, te reclamo aquellas verdades que nos dijimos, el día en que me hiciste sentir bella, y el hecho que me hiciste quererte tanto. Todo, todo te lo reclamo, porque como dicen los sabios: en este juego del amor no se puede ganar, y créeme, que cuando se ama, se es realmente tonto, tan tonto, que en un segundo, ya haz comenzado a soñar.

Yo soñé con todo. Soñé en tí, soñé en que nos amábamos, soñé que podía ver nuestro futuro, en nuestros hijos y en nuestra casa, soñé en que las cosas se podían solucionar, en que las discordias de afuera no existían, en que las controversias solo duran un segundo en la vida. Me dije que ya no quería estar detrás de ti, sino a tu lado, me dije que quería ser tuya para siempre, me dije “esto puede funcionar”.

¡Solía ver ventanas con cielos, donde habían paredes con grietas!

Quisiera no haber cometido los errores de antes, quisiera haber conocido un poco más de ti, quisiera no haber comenzado aquel juego del rechazo y orgullo que no nos permitió hablar, que no nos deja continuar. No quiero que la solución sea un estúpido adiós, no quiero que la solución sea más distancia de la que ya hay entre nosotros, no quiero que esta verdad sea solo un secreto de dos.

Quiero que esto sea lo que es. Mi cariño es real, mis palabras son reales, mis lágrimas también lo han sido. ¡Entiende!. No quiero discutir por la distancia, ni por complacer a las jerarquías de sangre, no quiero discutir si esto puede surgir, sólo déjalo ser.

Déjame ser quien soy, déjame quererte, déjame decirte cuanto te amo, déjame acariciar tus manos y besar tus labios en frente de todos, y al envejecer, déjame contar todas tus arrugas, déjame peinar tus canas; quiero que sepas todo lo que realmente he sido y he callado por miedo a que esto te parezca demasiado. Déjame, déjame amarte ahora.

No guardes silencio, porque quiero escuchar todo lo que dices. No te alejes más, porque a la distancia el corazón olvida, y yo no puedo olvidar todo lo que significas para mi. Por favor, dime algo, labios de piedra, mírame, ojos de seda. Dime que me amas, dime que no lo haces; dime que estoy loca o dime que me extrañas, pero dime algo, que no soporto esta angustia.

Ha sido mucho, mucho tiempo, tanto que podría tejer una manta para mi cuerpo y, finalmente, cubrir los caminos con una alfombra de lana. Ya no hay gotas que derramen el vaso, porque el vaso ya está roto. Por favor, no dejes que este reloj de sal siga avanzando, cada cristal hiere, cada grano pesa demasiado. Detén el tiempo, detenlo con un beso, con una mirada, con una respuesta sincera que llegue al alma, detén mis dudas, que yo sola no puedo responderlas.

Solo engañame una vez más, vuelve a decir las mismas mentiras, que quiero volver a creerlas, pon las mismas excusas, que quiero perdonarlas de nuevo. Atrápame entre tus dedos, en los líos del sexo y en las cosas que se comparten debajo de las sábanas, en tu mirada de amante y tu mansedumbre de hombre.

Apagaré las luces de mis ojos, enmudeceré las voces de mis oídos, callaré al raciocinio de mi mente y dejaré que toda mi piel sienta, que mi boca se quede seca, que mis manos tiemblen, que mi cuerpo vibre al ritmo de tu cuerpo.

Prometo que volveré a amarte, si tu me dejas hacerlo.

No le creo, señor Samsa y otros relatos diferentes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora