Los latidos de su corazón comenzaron a incrementar de una manera preocupante. La adrenalina recorrió por su cuerpo y en medio de las penumbras, sus ojos intentaron desesperadamente buscar el origen de aquel sonido.
— ¿Quién está ahí? —preguntó a lo que parecía ser, a lo lejos, una figura humana.
El silencio fue su respuesta.
— ¿Por qué lo haces? —preguntó una voz masculina luego de unos minutos. Había algo en su tono que le trasmitía alguna especie de... ¿Paz?
— ¿De qué hablas? ¿Qué fue lo que hice?
Nuevamente, el silencio fue su respuesta. Tan espeso que podida escuchar sus propios latidos.
— Ven... —soltó el hombre mientras estiraba lo que parecía ser su mano.
Alejandro dudó, es más, sintió miedo a lo que le estaba pasando. No entendía nada, posiblemente comenzó a pensar que estaba muerto y lo que lo llamaba, era la muerte reclamando su alma.
"No puedo" fue lo que pensó.
— Si puedes. —aclaró el hombre como si hubiera leído sus pensamientos.
Y como si nada, como si de un milagro se tratase, logro levantarse y comenzó a acercarse hacia la figura quien lo llamaba. Caminó un par de pasos, sin dolor alguno, y al estar cerca del lugar donde estaba aquel hombre, todo se oscureció de repente; una nube negra envolvió su ser y se halló en lo que parecía ser un lugar sin fin.
En eso, observo lo que muy dentro de él quería olvidar, una noche que cambio su vida por completo.
— ¡¿POR QUÉ?! —gritó desesperadamente la madre de Alejandro mientras sostenía el cuerpo ya sin vida de su hermano.
Alejandro estaba en shock, puestos sus ojos en el cadáver. La imagen era turbia, la mujer que tanta ama en este mundo, sosteniendo a aquel joven que miro crecer. Ella comenzó acariciar su cabello como casi todas las noches lo hacía.
— ¡Esto es tu culpa! —soltó con crueldad Amelia mirándolo fijamente a los ojos. Él nunca podría olvidar esa mirada llena de odio y la vez, del dolor más profundo de una madre. Lleno de la más profunda decepción.
— ¡NO! —gritó desgarradamente Alejandro al ver lo que por tanto tiempo le robaba el sueño— ¡¿Qué es esto?! —gritó hirviendo de rabia.
Lagrimas salían desesperadas de sus ojos.
— Es el día cuando comenzaste a culparte por lo que tu hermano menor hizo —la voz inundo el lugar, mientras la imagen de su madre se desvanecía ante él —, es el día cuando dejaste de vivir realmente, envuelto en un sinfín de vicios.
— ¿Esto es el infierno?
— No realmente, es la cárcel donde ocultas tus mayores miedos. Es el silencio que tanto guardaste en tu ser, lo que ahora te está reclamando una salida. —soltó lo que parecía ahora, un ser ajeno a este lugar. De este mundo.
— ¿Qué quieres de mí?
— Ayudarte. —respondió la voz con un tono dulce.
Alejandro vaciló.
— ¿Me estabas recriminándolo todo y ahora me quieres ayudar? —rio— ¿Por qué te burlas de mí? —cuestionó con rabia.
— Yo no te señale... —aclaró la voz— esas fueron las voces de tu subconsciente reclamándote algo que no fue tu culpa. Eso sí, con el toque de alguien que si quiere verte sumido en lo peor de lo peor.
— Te burlas de mí... —señaló con desdén a lo que parecía ser un hombre a lo lejos.
— ¿Por qué sigues insistiendo en que tienes la culpa de algo que no lo fue? —preguntó la figura mientras intentaba acercarse.
— No te acerques. —amenazó Alejandro mientras lo señalaba.
La figura humana se detuvo en seco, como un niño cuando sus padres le dictan una orden.
— Quiero ayudarte... —habló con cuidado.
— ¿Quién eres? —interrumpió mirándolo fijamente, intentando ver cómo era su rostro, pero se frustró al no poder verle bien debido a la penumbra en todo su alrededor.
Otra vez silencio.
La forma del hombre, parecía pensar o mejor dicho a analizar la situación, como si supiera algo que iba a pasar en breve. Cosa que paso. El entorno cambio, a uno peor. Más oscuro y sin duda, aún más silencioso.
— Él... Es... Mío... —una segunda voz totalmente diferente, se hizo notar; una voz ronca, como de muerte capaz de paralizar a cualquiera.
Alejandro se vio casi muerto. Su imaginación voló de tal forma que el terror hallo asidero en él. No supo si llorar, correr, gritar, o simplemente suplicar morirse, solo se quedó paralizado y aún más, cuando sintió que una mano se reposó en su hombro izquierdo.
— Alejandro está mejor conmigo... ¿Verdad, Ale? —habló la voz a su lado, casi respirándole en el cuello. Esta vez, su tono sonaba diferente, como juguetona; incluso podía escuchar su respiración, dificultosa, pero a la vez fuerte.
— Alejandro, escucha mi voz. —escuchó casi a lo lejos.
— No... escucha tú la mía. Tú eres culpable de todo lo que hizo tu hermano, no lo defendiste cuando tu padre lo maltrataba... Solo lo recriminabas y regañabas... ¿No viste el dolor que tus palabras le causaban? —preguntó sin justicia la voz de muerte— Ja... Que buen hermano mayor eres... —las palabras salieron directas al corazón, envueltas de un potente veneno— Ay mírate, cosita... Si tan solo tu mamá te viera como terminaste hoy... Una copia idéntica a tu padre...
Alejandro no aguanto. No pudo ni hablar, solo sintió rabia y dolor dentro de sí.
— Escucha... mi... voz... —logró oír nuevamente.
La respiración del ser que lo juzgaba, se tornó aún más pesada y sombría en su oído. Estaba completamente envuelto en miedo y sencillamente Alejandro, al borde de rendirse, estiro su mano como pidiendo ayuda, sintiendo a la par como unas garras se le clavaban en su hombro.
— A... yu... da... me...
Apenas las palabras salieron de su boca, una luz casi cegadora disipo toda la oscuridad donde estaba envuelto. Se fue el dolor, la angustia, el miedo y pudo respirar tranquilo. Ahora estaba en un lugar diferente, completamente blanco. Otro silencio lo envolvió, pero este parecía ser diferente, como con una especie de paz que no podía explicar. Entonces ahí fue cuando lo vio.
ESTÁS LEYENDO
El Silencio del Alma
Mystery / ThrillerEl miedo y la angustia fue lo único que sintió Alejandro en una de sus peores experiencias en su corta vida, pero que, al final, sería la puerta para el inicio de una nueva. Esta es la historia de un hombre quien vivió una vida llena de excesos, per...