II

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 Vex se había criado en las calles y sabía como se las gastaban los mafiosos y lo despiadados que podían ser, y aunque el no lo demostrase mucho, su nuevo compañero no le disgustaba, es más había algo en él que le llamaba la atención y no sabía el por qué.

En sus entrenamientos Vex era rudo y despiadado incluso tanto que a veces Justin no conseguía seguirle el ritmo. Como oficial de policía Justin tenía un físico preparado para el combate pero no a esta escala. Y sin duda, las clases de combate cuerpo a cuerpo con Vex eran un espectáculo digno de ver. Entre golpe y golpe, los chicos se fueron acercando cada vez más, descubriendo cosas del otro. Vex no era un témpano de hielo, solo había sufrido mucho a lo largo de su vida y no se sentía cómodo hablando de ello, y por otro lado, Justin no era el oficial inocente que todos conocíamos, en secreto era un pervertido sin cuidado. Sus bromas y sus juegos, hacían reír incontrolablemente a Vex, hasta el punto que el joven veterano empezaba a ver a su nuevo compañero de una manera en la que él no se esperaba. Para Vex la frase "el roce hace el cariño", empezaba a cobrar sentido.

Cuando llegó el momento de prepararse para la misión, Vex comenzó a sentir culpabilidad, por no contarle a Justin que todos sus compañeros morían tras la reunión. No solo había pasado con el oficial Mortes, sino también con los dos anteriores, era un sentimiento que lo corrompía por dentro y que debía decirle tras varias semanas juntos. Vex confiaba en Justin, era su mejor compañero hasta ahora, y no solo eso, se atrevía a decir que era su mejor amigo, por lo que era la primera vez que nuestro veterano sintió miedo y pavor al pensar que podría perder definitivamente algo tan preciado para él.

—Justin tengo que contarte algo —dijo con voz seria y algo temblorosa.

—Hablamos luego Vex o llegaré tarde a la reunión. Nos vemos después. —mientras salía del coche.

—Vale, pero activa el GPS esta vez, y nada más salgas, llámame. Estoy conectado a tu smartwatch.

—Okay, jefe.

Justin entró en el edificio acordado, a la hora acordada. Y unos hombres enmascarados lo llevaron a ver a su líder.

En la sala principal se sorprendió al ver a una joven de no más de 18 años, presidiendo la mesa. La joven se le hacía extremadamente familiar. La chica tenía la misma mirada que su compañero y no entendía el porqué, pero lo dejó pasar. Esta vez sin tomar nada, claro. Solo se propuso entablar una conversación con la líder de la mafia.

—Me llamo Justin y vengo a hacerte un encargo.

—Yo soy Madcy, la cabecilla de este clan. ¿Qué necesitas de nosotros?

—La policía me persigue por tráfico de drogas, necesito que me ayudéis a evadirlos.

—Eso es fácil, ¿pero que ganamos nosotros con esto? —con sus fieros ojos negros juzgaba cada movimiento y palabra de Justin.

—Os daré la mitad de mi mercancía actual, unos 200 kilogramos de cocaína de la mejor calidad —confiscada con anterioridad por la policía —, ganaréis seis millones de euros.

—Trato hecho.

Tras finalizar la reunión, fue de camino al coche con Vex, pero se le olvidó llamarlo durante el camino. Cuando iba a encender su smartwatch vio una sombra detrás de él.

Uno de los sicarios que lo había acompañado hasta su líder.

Se abalanzó sobre Justin.

Intentó liberarse de su agarre, pero no pudo.

El smartwatch sonó. Era Vex.

Fue incapaz de cogerlo.

Jex. El PrincipioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora