¿Qué es la pérdida si no dolor?
A medida que avanza el tiempo, y la arena cae, grano a grano en el contenedor de cristal; su corazón se siente cada vez más desesperado, deseoso y moribundo. La mirada llena de rencor que ese pastizal lleno de vida, le otorga cada vez que se cruzan por casualidad, es la peor de las penitencias; el más horrible y atroz castigo que un lobo enamorado pueda experimentar.
Llevaba días de la misma manera: muriendo lentamente por su desprecio.
Extrañamente y después de tanto tiempo, por fin ha logrado sentir algo más que autodesprecio; y perdido entre el océano de aguas turbulentas y cristalinas, pudo sentir a su lobo estremecerse intimidado por el odio que provocaba aquel bello mar al elevar olas cargadas de algo que estaba lejos de descifrar.
Ese día por la mañana, un joven que asistía al líder, fue a buscarlo con un pergamino en la mano. Al no poder leerlo, y ganándose una mirada desconcertada de niño, le pidió que lo leyera para él, y así, después de una sacudida de realidad, fue que se dio cuenta que el mundo seguía avanzando, y que él formaba parte de éste.
Frente a él, tenía al hermano menor de su precioso omega. El joven alfa que heredaría las tierras del norte tan pronto como su entrenamiento le permitiera convertirse en un lobo mucho más fuerte que su propio padre. Un cachorro recién presentado al que no podía dejar de mirar; pues jamás había tenido el privilegio de conocer al segundo hijo del líder, al hermano pequeño del joven que no dejaba de atormentarlo entre sueños.
Lo veía, observaba y analizaba, cada detalle de él, de su mera existencia. Desde el color dorado de sus cabellos, hasta la forma extraña en la que sus pies sostenían su peso. Sus lunares, sus labios, y esos ojos azules cual zafiros; un océano de olas bravas y marea turbulenta. Cargado de odio, resentimiento y un poco de celos.
Alec era ridículamente parecido a su hermano mayor; pero en él, no había dulzura contenida, sumisión ni consideración. Era joven, sí; pero era un alfa, uno que venía de un linaje limpio y poderoso, fuerte y aguerrido. Ese era Kim Alec, el príncipe de hielo y el joven que alguna vez pudo ser su familia.
Después de quedarse mirándolo como un idiota, el joven rubio suspiró con fastidio, gruñó y afilió su mirada en su dirección.
Fue breve, una pequeña y gutural advertencia a su presencia y cercanía, pero el azabache pudo sentir su piel erizarse y a su lobo meter la cola entre las patas ante semejante imposición. Jungkook definitivamente era mucho más fuerte que él; más grande y con más experiencia, le ganaría en una batalla con solo tres movimientos, pero, tanto él como su lobo comprenden que por el cuerpo de ese niño corría sangre poderosa, y no solo eso, sino que, pertenecía a la misma camada de la luna su vida.
Jamás podría atacarlo, no cuando éste tenía impregnado en su cuerpo el aroma de su omega, y lucía prácticamente igual.
– General Jeon.
Tras escuchar la conocida voz de su líder, Jungkook finalmente pudo rendirse a esa guerra de miradas que había comenzado sin querer con el pequeño príncipe.
– Mi líder. — respondió el azabache cuando el alfa rubio se detuvo al lado de su hijo, acompañado de otro alfa de cabellos castaños, a quien no conocía ni de vista. — Me desconcertó su llamado, pero me complace verlo nuevamente.
– Supongo que ya conoces a mi hijo. — Namjoon le regaló una sonrisa, y palmeó sus hombros a modo de saludo. Jungkook asintió y volvió a dirigir la vista a ese pequeño alfa que no paraba de lanzarle dagas con la mirada. — Kim SungHoon, o mejor conocido como Alec. Verás, a mi pequeño príncipe no le agrada mucho su nombre.
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NIEVE EN PRIMAVERA [KOOKV]
Romansa¿Qué tan cruel puede ser la vida para destinarte con el lucero inalcanzable del cielo? Jungkook, un alfa guerrero quién estaba demasiado cómodo con lo poco que poseía, ahora se encuentra en el dilema de su vida. La madre luna lo ha emparejado con e...