Luz de casa

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Javier caminaba tranquilamente hacia su casa. La oscuridad caía sobre la ciudad y las farolas iluminaban como ángeles las frías y oscuras calles que conducían a Javier. El se recogió su larga cabellera dorada. Dejando al descubierto sus ojos, de los que eran fáciles de perderse en el bosque de su mirada. En su mano derecha cargaba un maletín  donde vive el color de la madera. Y su traje blanco como la nieve del invierno, tapaba su fornido cuerpo.
Consiguió llegar al edificio, vivía en la parte mas alta de la ciudad. En un pequeño conjunto de edificios.
Consigo llegar, entro en el gran edificio, que sumido en la mas oscuridad, solo algunas ventanas resplandecían con su color amarillento .
Después de su subida en el ascensor, por fin había conseguido llegar a su casa , después de un cansado día. Entro por la puerta y encendió las luces que consiguieron resplandecer su ventana. Por fin estaba en casa, pensó, saco un suspiro de tranquilidad y poso su maletín en el suelo, junto a la mesa de entrada. Se quito sus elegantes zapatos y los cambio por unas zapatillas de casa. Se quito su gran traje y lo dejo en su perchero. Acto seguido entro a su habitación y cuando salió ya vestía como debe vestirse en casa. Ahora llegaba su momento favorito del día. Ver a su amada, aquella mujer que desde el día que consigo verla en la oscuridad de la noche, toda la oscuridad de la noche había desaparecido. El brillo que ella con su dorado pelo y sus perlas azules había conseguido iluminar aquella noche y todas las siguientes. Amaba poder ver su corazón y amaba que ella lo alimentara. Su hermoso cuerpo que no era capaz de comparar con ninguna otra mujer, era el de un ángel caído del cielo.
Javier entro en la cocina y allí estaba ella la mujer que iluminaba la ventana de su casa.
—Mi ángel, ¿Cómo has estado hoy?-pregunto Javier— yo he tenido la verdad un día muy cansado en la oficina.
El silencio reino en la habitación
—Bueno supongo que como siempre, pero ya a llegado mi momento mas feliz, la cena. Por fin otra vez juntos. —dijo Javier con una gran sonrisa.
Javier agarro el cuerpo de la mujer y lo poso en la mesa. Aunque mejor dicho lo que quedaba del cuerpo mutilado de aquella mujer. Agarro uno de los cuchillos de la mesa y empezó a cortar.
Unos 15 minutos después de preparar la cena, poso sobre el plato un gran trozo de carne y vísceras.
—Amor—dijo Javier —otra vez volvemos a estar juntos.
Javier empezó a engullir poco a poco cada trozo degustándolo.
La ventana de su apartamento iluminada la oscuridad de la noche que caía sobre el edificio.

Relatos del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora