Capítulo 2

6 1 0
                                    

Ray

La neblina cubría el camino con un manto fantasmal, dificultando la visibilidad y añadiendo un aire de misterio al entorno.  Mis manos apretaban el volante con firmeza, los latidos de mi corazón resonaban en la oscuridad de la noche.

Entonces, en la distancia, visualicé destellos intermitentes que se difuminaban entre la densa neblina. Mis instintos se activaron de inmediato y pisé el acelerador. Al doblar la curva, el caos se desplegó ante mis ojos: un automóvil yacía destrozado contra un árbol, su metal retorcido brillando bajo la luz de la luna.

No lo pensé dos veces y detuve mi coche al lado del accidente. El frío me golpeó como un puñetazo al abrir la puerta y salir. Me acerqué al automóvil destrozado, mis pasos crujían sobre la nieve helada. La figura en el asiento del pasajero yacía inmóvil, envuelta en sombras y silencio. Era una chica.

- ¿Hola? ¿Estás bien? -pregunté, pero no hubo respuesta-

Mi aliento formaba nubes de vapor en el aire. Mis manos temblaban ligeramente mientras revisaba su pulso, aliviado al sentir su latido débil pero presente. Con cuidado, noté la sangre en su cabeza y las heridas en sus brazos, lo cual aumentó mi preocupación por ella.

Ella era joven, con mechones de cabello castaño oscuro que caían en ondas suaves alrededor de su rostro. El accidente había desordenado su melena, pero, aun así, se veía radiante en medio del caos, como si llevara consigo una especie de serenidad natural. Su nariz respingada se destacaba en su rostro, dándole un aire de inocencia a pesar de las circunstancias.

El resplandor intermitente de las luces de emergencia iluminaba su rostro, revelando unas mejillas rosadas que contrastaban con la palidez de su tez. Sus labios, rojos y resecos por el frío de la noche, añadían un toque de color a su semblante pálido. A pesar de las marcas del accidente y del frío que la rodeaba, su rostro seguía emanando una calma inexplicable, como si estuviera en paz consigo misma a pesar de la situación angustiosa.

Con un nudo en la garganta, la saqué del automóvil y la llevé a un lugar seguro, alejado del frío y del peligro inminente. La idea de dejarla sola en ese estado me resultaba insoportable.

Mientras esperaba la llegada de la ayuda, mis pensamientos se agitaban en un torbellino de preocupación. ¿Quién era ella? ¿Cómo había llegado a estar en ese lugar en medio de la noche helada? El bosque parecía susurrar misterios no resueltos mientras esperaba en la oscuridad, preguntándome qué destino había llevado nuestros caminos a cruzarse en esa noche gélida y llena de incertidumbre.

Finalmente, las luces parpadeantes de la ambulancia se hicieron visibles a lo lejos, seguidas de cerca por el sonido de las sirenas. El lugar, antes sumido en la quietud y la oscuridad, se convirtió de repente en un escenario frenético de actividad cuando los paramédicos y la policía descendieron de sus vehículos. Relaté con detalle lo que había encontrado, y observé con nerviosismo cómo los paramédicos se acercaban al automóvil destrozado, llevando consigo un aura de profesionalismo y urgencia. Con manos expertas, comenzaron a examinar a la joven, mientras que los agentes de policía se adentraron en la escena del accidente, buscando cualquier pista que pudiera arrojar luz sobre su identidad.

Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos meticulosos, la búsqueda minuciosa no reveló ningún documento que pudiera proporcionar pistas sobre quién era ella o de dónde venía. La incertidumbre pesaba en el aire, dejándonos a todos con más preguntas que respuestas mientras nos enfrentábamos al enigma de la identidad de la joven en el asiento del pasajero.

La situación tomó un giro aún más inquietante cuando descubrieron que el auto estaba registrado como robado. La confusión se apoderó de mí mientras trataba de comprender cómo una joven solitaria en medio del bosque podía estar relacionada con un auto robado. La ambulancia se la llevó al hospital, y yo la seguí en mi auto, sintiendo una fuerte necesidad de no dejarla sola en esa situación desconcertante.

Remember meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora