Capítulo 4

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Finalmente pude caminar sin dificultad, lo cual era un alivio. Necesitaba un momento para mí, así que me dirigí al baño. Al lavarme la cara con agua fría, sentí cómo el frío me calmaba un poco.

Sin embargo, al mirarme en el espejo, quedé paralizada por lo que vi. El reflejo que me devolvía el espejo era un completo desconocido. Mi cabello negro, normalmente tan familiar, ahora caía desordenado sobre mis hombros, y mis ojos azules parecían cansados y apagados, rodeados de oscuras ojeras. Las cicatrices en mi frente, vestigios de algún accidente anterior, añadían un toque de misterio a la escena. Aunque al menos ya no tenía vendajes, la sensación de extrañeza que me invadió fue abrumadora.

¿Cuál sería mi nombre? Mientras me observaba en el espejo, me preguntaba qué nombre sería apropiado para la persona que veía reflejada. Era frustrante no saber ni siquiera quién era. 

A medida que pasaban los días en la habitación del hospital, me sentía cada vez más atrapada, las paredes blancas parecían cerrarse sobre mí. Los pitidos del monitor de latidos y los ruidos de la noche se mezclaban, impidiéndome conciliar el sueño.

A pesar de todo, encontraba un poco de alivio en la televisión y algunas revistas que me daban los médicos, al menos aún podía leer y escribir. Sumergirme en el libro "Jane Eyre" me hacía olvidar por un momento el hospital. La historia situada en la época victoriana me permitía escapar de la realidad.

Aunque me sentía confundida y preocupada, la lectura me recordaba que incluso en los momentos difíciles, siempre hay algo que puede traer un poco de consuelo.

El día tan esperado por fin llegó, y cuando Ray apareció para llevarme, sentí una extraña confianza en él, a pesar de no conocerlo. Días antes me había explicado lo que había hablado con el Dr. Smith sobre hospedarme en su casa y realizar la terapia allí, con la condición de que siguiera yendo a mis revisiones médicas. Sin dudarlo, acepté su oferta. Cualquier cosa era mejor que permanecer encerrada en esa habitación de hospital.

Despedirme del hospital fue un alivio mezclado con nerviosismo. Agradecí a los médicos y al personal por todo lo que habían hecho por mí durante mi estancia, especialmente al Dr. Smith, quien había sido un apoyo constante en este difícil proceso.

Después de recoger mis cosas, que en su mayoría eran la ropa que llevaba puesta durante el accidente y algunos libros que me habían dado en el hospital, me uní a Ray en el vestíbulo. Hace unos días, él me había proporcionado un pequeño bolso con prendas nuevas de ropa interior y artículos de aseo personal que había comprado para mí. Me sentía abrumada por su generosidad, ¿cómo podría pagarle por todo lo que estaba haciendo por mí? Apenas nos conocíamos, y, sin embargo, él estaba proporcionando todo lo que necesitaba para sobrevivir en esta situación difícil.

 -Gracias por todo esto, Ray. No sé cómo podría agradecerte lo suficiente -dije, con sinceridad en mis palabras mientras salíamos del hospital-

-No tienes que agradecerme. Solo quiero que te sientas cómoda y cuidada -respondió Ray, con una sonrisa cálida-. Estoy aquí para ayudarte en todo lo que necesites.

Subimos al auto y, de repente, un escalofrío helado recorrió mi espalda. Un destello de recuerdo del accidente se abrió paso en mi mente, dejándome con una sensación de desasosiego. Recordaba vagamente el sonido ensordecedor de los frenos chirriando y mis propios gritos desgarradores mientras el vehículo se precipitaba hacia el árbol. Sin embargo, todo después de eso era un completo vacío. No podía recordar quién estaba a mi lado, ni cómo había llegado a estar en esa situación. Ray, al notar mi incomodidad, me miró con preocupación.

- ¿Te encuentras bien? Pareces un poco perturbada -preguntó con su característica calma, mientras sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y comprensión-

Remember meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora