CAPÍTULO 3. ACCIDENTE

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Londres

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Londres

23 de Diciembre 2017

Harriet Lancaster

Caminaba por las calles de Londres, pues al final, se habían cancelado los boletos a Italia por las fuertes tormentas de nieve, así que decidimos venir a Londres a pasar una parte de las vacaciones.

El frío recorría mi cuerpo, a pesar de que traía varias capas de ropa encima no hacía de mucha ayuda, pues seguía teniendo frío.

Me dirigía hacia mi cafetería favorita, una pequeña cafetería local donde vendían postres deliciosos, parte de mi niñez la pasé aquí, antes de que todo se viniera abajo.

Tenía muy bonitos recuerdos aquí, siempre que veníamos a visitar a mis abuelos, mis padres me traían aquí y siempre pedía un café con caramelo acompañado de un pedazo de pay de guayaba.

Al cruzar la puerta el aroma a pan recién horneado inundó mis fosas nasales, justo como recordaba nada había cambiado, solo la pintura se veía más nueva, pero todo seguía en su mismo lugar.

Me senté en una mesa hasta el fondo de la cafetería y espere a que el mesero tomara mi orden, mientras tanto saque mi libro, actualmente leía Una corte de rosas y espinas , llevaba una cuarta parte del libro leído en unas cuantas horas, es tan adictivo que me desvele leyéndolo y hubiera continuado si mi abuelo no me hubiera llamado para desayunar.

Cuando un mesero se dirigió hacia mí, pedí lo mismo de siempre, un café con caramelo y un pedazo de pay de guayaba, lo mejor para continuar mi tarde. El ambiente era tranquilo, no había mucha gente y se podría decir que todo estaba en silencio, me dispuse a continuar mi lectura tomando mi café.

Al terminar mi café y mi pay pedí algunos panes para llevar a mis abuelos.

Salí de la cafetería con mis dos bolsas en la mano, pues después de llegar hace unos días a Londres no iba a perder la oportunidad de disfrutar cada segundo.

Miraba las calles de Londres mientras caminaba hacia mi casa, me detuve al mirar a dos pequeños gatos en una caja.

Los pequeños gatos parecían que eran recién nacidos y que algún ser despreciante los dejara a su suerte en la calle.

Tome de mejor manera las bolsas que traía en la mano para pasarlas a mi hombre y así poder tomar la caja mejor con mis manos.

Al subir de regreso pude sentir como un líquido caliente se derramaba por mi espalda...y dolía como la mierda.

- Qué le pasa, no ve por donde va, está ciega - el extraño señor me gritaba mientras yo todavía le daba la espalda.

- Mejor dicho que le pasa a usted, si hubiera mirado bien se hubiera hecho a un lado, no hable de ciegues cuando usted está peor que yo, maldito miope - conteste enojada, y cuando me enojo no mido las consecuencias de mis palabras.

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