Capítulo 4: Imposible.

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Anneliese había comenzado a levantarse un poco más temprano de lo normal. Quería llegar más temprano a clases y ver si podía socializar más con Apolo. Tomó algo de dinero y salió sonriente hacia la calle. Hoy había decidido sacarle temas de conversación y nada se lo impediría. Lo que ella se proponía, tarde o temprano, lo obtenía.
Había decidido que hoy no tomaría el autobús, así que salió algo apresurada de su casa y se dirigió a una cafetería que quedaba a unas seis cuadras del colegio.

¿Y si le llevo un café? Pensó.

Unos minutos más tarde, Anne ya había llegado a su salón y al ser la primera, se preparó. Buscó los mejores asientos y los colocó juntos, en su sitio. Le parecía un lindo gesto darle la mejor silla al chico que robaba sus suspiros a diario.

Los minutos pasaban y sus compañeros iban llegando, pero él aún no. Fue entonces cuando vio entrar a Sally, quien le sonrió radiante.

-¡Buenos días, Anne! ¿Me has extrañado estos días?- bromeó ella.

-Pues sí, lo he hecho.- Sonrió.

Sally inmediatamente se ubicó en su lugar de siempre, junto a Anneliese. Anne ni siquiera pudo decirle algo, porque cuando Apolo entró al salón, se fue directo hacia el fondo.
Anneliese se sintió algo boba por haber olvidado a Sally por completo.

-¡Oh, y me trajiste café!- Chilló su amiga.-¡Eres la mejor!- Exclamó.

Anne no supo cómo decirle que no era para ella y que en donde estaba sentada, quería que estuviese el ojiazul. Forzó una sonrisa y sacó su carpeta y una lapicera. Hoy sería un largo y pesado día.

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Durante las últimas horas de clase, Anneliese se había volteado una decena de veces, pero Apolo jamás había levantado la mirada de su cuaderno. Ni una sola vez. La realidad era que Annie se sentía demasiado idiota e ingenua como para haber creído en algún momento que él y ella podrían llegar a tener algo... incluso una simple amistad. Pues, lo cierto era que se le hacía bastante difícil notar que él jamás la buscara con la mirada, aunque sólo fuese en forma de saludo.

Anne estaba saliendo de clases cuando vio a uno de sus compañeros, guardando unos libros en los casilleros... ¡Claro! ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Apolo solía tener todo su casillero graffiteado, sólo debía poder escribir algo en él y marcharse sin ser descubierta. En realidad, era más difícil de lo que aún sonaba. Si lograba hacerlo, él notaría que era ella, ya que le iría dando pistas y se terminaría de confesar de esa forma. Ahora tenía que saber qué le diría, pero por más que pensaba y pensaba, su mente no tenía ni una sola idea.

“Eres imposible”. Susurró su mente.

Lo cierto era que, hasta ahora, él le parecía imposible.

Se dirigió rápidamente al baño de mujeres y se encerró en un cubículo, a la vez que se quitaba la mochila y sacaba sus post-it de colores. Hoy iba a usar el rosa.

“Eres increíble... increíblemente imposible”. Escribió y salió en dirección al casillero de Apolo, quien, al parecer, ya se había marchado, o al menos, no lo había visto por allí.

Estaba a punto de pegar el papelito doblado, hasta que lo vio doblar por el pasillo en dirección hacia donde ella se encontraba. Se apresuró a tirar el papel justo debajo de su casillero y fingió caminar rápido, rumbo a la salida.
Él ni siquiera se percató cuando ella le pasó por al lado, parecía ensimismado y ella, en el fondo, lo agradeció. Al menos, no sabría quién le habría escrito.
Su corazón latía rápidamente, tanto, que la hacía quedar sin aire. Buscó la salida y casi corrió en dirección hacia su casa.
Estaba feliz de lo que había hecho, sólo esperaba que él lo leyera, y más aún, que él no supiera esta vez, quién le había escrito.

Notes for Him.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora