Capítulo 2: Creep.

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Ya habían pasado más de veinte minutos cuando Anneliese contó hasta diez y se volteó en dirección al ojiazul.

-Hm... Hola.- Saludó dudosa y al no obtener respuesta, agregó:- No nos conocemos, pero bueno, hoy tenemos que hacer un trabajo en equipo, así que... podríamos comentar qué entiende cada uno sobre el Holocausto, que es de lo que se trata el proyecto.- Sonrió amable.- Soy Anneliese, pero si gustas, puedes llamarme “Anne”.- Se presentó.

Él no dijo nada, sólo asintió con la cabeza y se cubrió parte del rostro con un mechón de cabello rubio.

Anne no quería forzarlo, en verdad que no, así que sólo se quedó a su lado, observando lo que él hacía. Lo veía demasiado entretenido mientras dibujaba. Por lo que había logrado descubrir siempre que quedaba embobada observándolo, él no dejaba de dibujar jamás. Parecía gustarle demasiado. Inmediatamente se le ocurrió una maravillosa idea y sonrió satisfecha de sí misma.

-Veo que te gusta dibujar... Yo ni siquiera sé garabatear.- Murmuró y vio cómo los ojos de él se iluminaron un poco.- Así que tú podrías encargarte de la carátula y los dibujos. Son los últimos ítems del trabajo, pero tú puedes ir adelantando esa parte y yo haré la parte teórica. ¿Qué opinas?- Preguntó animada.

-De acuerdo.- Musitó él por lo bajo.

Anne se quedó estática en su sitio al oír su voz. Era la primera vez que escuchaba la voz del joven y le pareció incluso más melódica que como sonaba en sus sueños.

-Soy Apolo.- Se presentó rápidamente.- No suelo hablar mucho y espero, no lo tomes a mal.- Explicó resumidamente.- Pero te agradezco por no burlarte.- Sonrió a penas.

Anneliese seguía sin poder decir una palabra. Él le había hablado. Se había presentado y hasta le había agradecido. Su rostro comenzó a tornarse carmesí, por lo que optó por comenzar a escribir.
Una hora después, ambos habían logrado terminar con el trabajo de la profesora Evans y aunque ninguno hablaba con el otro, ya no se sentían incómodos. Haberse presentado había sido una muy buena decisión de ambos.

Anne siempre había sido muy extrovertida. Amaba la música, por lo que amaba bailar y cantar. No se sentía muy buena bailarina, pero la danza solía agotarla las noches que no podía dormir. Con el canto era distinto, amaba cantar con todas sus fuerzas, pero era lo único que no se animaba a hacer enfrente de nadie. Ni siquiera de sus propios padres.
La mamá de Anneliese era psicóloga, por lo que siempre intentaba motivarla, saber cómo estaba y velar por sus necesidades; por otro lado, su padre, quien no vivía con ellas, ni siquiera se encontraba en la misma ciudad. A diferencia de su madre, su padre no se preocupaba mucho por ella. De hecho, en los últimos meses ni siquiera le había enviado un mensaje. No es que a Anne le diera igual, porque en verdad le dolía, pero sí era cierto que con los años se había acostumbrado a la poca responsabilidad paternal de su progenitor. Él había formado una nueva familia al año de haberse divorciado de su madre y se había esfumado. Jamás había vuelto a verlo con frecuencia, pero nunca pensó que algún día él dejaría pasar tanto tiempo sin saber de ella.

Luego de clases, Anneliese había vuelto a su casa, caminando. Si hubiese sido el año anterior, Anne hubiese ido a clases de danza, pero últimamente, no estaba muy animada, por lo que había arrancado el año sin ir seguido a sus clases.
A penas llegó, subió directo a su habitación y puso su playlist favorita, con las canciones en aleatorio. La primera canción en resonar en su habitación fue “Creep” de Radiohead y sonrió al pensar qué escucharía Apolo en sus audífonos. Estaba segura que él amaba la música tanto como ella, sólo que aún no sabía qué le gustaba oír.

Anne se recostó en su cama y comenzó a imaginarse escenarios ficticios de ella y Apolo bailando con Creep de fondo. Se rió fuerte y pensó que eso era un disparate, tomó su celular y abrió Twitter para postear lo que había sucedido en la mañana y ver qué respondían sus mutuals.

Notes for Him.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora