Capítulo 4: Emprender un nuevo camino

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 23 de diciembre de 2034

Chester, Illinois

17:00 pm

CLAIRE

Ya era demasiado tarde para dar vuelta atrás. Así que avancé por el desolado paisaje; las hojas en el piso crujian con cada trote del caballo, mientras seguía mi camino a lo lejos, podía contemplar el sol ocultándose en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rojizos, mientras que el silencio sepulcral del mundo post-apocalíptico me rodeaba.

De repente un grito desgarrador rompió el silencio, captando mi atención. Me detuve en seco y escuché atentamente, tratando de localizar el origen del sonido; fue entonces cuando logré ver a un hombre luchando desesperadamente contra un huésped infectado. Y a solo unos metros, una pequeña niña escondida detrás de un árbol, observando la escena con terror en sus ojos.

Sin dudarlo, me bajé del caballo y corrí hacia ellos, el hombre se encontraba exhausto y parecía herido; a penas lograba contener al huésped infectado, el cuál me vio en cuanto grité para distraerlo. Sus ojos brillaban con una ferocidad desmedida.

—¡Ayúdanos por favor! —gritó él, con su voz llena de desesperación.

Evalúe rápidamente la situación, sabiendo que si no intervenía él y esa niña estarían condenados, pero también era consciente de que enfrentarme al huésped infectado podría poner mi propia vida en peligro. Podía sentir el inquietante latido de mi corazón ante la adrenalina del momento. Me acerqué con cautela hacia el hombre, y con determinación levanté mi arco apuntando hacia el huésped infectado.

—¡Manténganse a salvo! —grité antes de disparar al huésped infectado con precisión letal.

Aquel monstruo cayó al suelo; su amenaza finalmente había sido neutralizada; el hombre que se encontraba al lado de la niña me veía con gratitud y alivio en su rostro. Decidí acercarme a ellos para asegurarme de que estuvieran bien antes de seguir con mi camino.

—¿Está bien?— pregunté con preocupación—. Eso se ve algo mal —indiqué viendo una pequeña herida en su brazo.

—Lo estamos —respondió—. ¿Está? —agregó, señalando su herida— yo sólo asentí, algo preocupada de que hubiera sido mordido por el infectado—. Sólo fue un pequeño roce, nada importante, gracias por salvarnos, no sé cómo podríamos habérnoslas arreglado sin ti.

—No hay necesidad de agradecer, estoy feliz de haber podido ayudar —mencioné con una sonrisa a medias—. Pero ahora debo seguir adelante en mi camino —agregué dándome la vuelta y caminando hacia el caballo que estaba atado a uno de los viejos postes de luz.

—¡Espera! —gritó el hombre, haciendo que me girara de nuevo hacia ellos.

—¿Qué sucede? —pregunté confundida.

—Mira, entendemos que tienes un propósito que seguir, pero no tenemos idea de a dónde ir —empezó a explicarme mientras jugaba con sus manos de una forma inquieta—. El refugio que teníamos fue destruido por una horda de huéspedes, y no hemos visto a ninguna otra persona en días. — siguió— Nos quedan pocas provisiones y...

—Siento mucho por lo que han pasado, pero no creo que pueda ayudarlos —lo interrumpí—. Además, este mundo es peligroso y no puedo arriesgarme a cuidar de ustedes— traté de sonar lo más cortante posible y me dí la vuelta decidida a irme de allí.

—¡Por favor, mi hija y yo no sobreviviremos solos! —exclamó haciendo que mi atención volviera hacia ellos. Su mirada era triste y su voz desesperada. —. Prometo que no seremos una carga para ti; sólo necesitamos un lugar seguro dónde quedarnos.

Los miré un momento; sus rostros tenían una expresión desesperada.

—No lo sé —hice una breve pausa—, no conozco sus intenciones ni si puedo confiar en ustedes. 

En realidad sabía que no eran una amenaza, pero lo que menos necesitaba ahora era tener que cuidar de una niña. Definitivamente no estaba dispuesta a volver a pasar por aquello que aún hasta hoy me atormentaba en mis peores pesadillas.

—Mira, hemos oído sobre un refugio cerca de aquí, sólo ayúdanos a llegar hasta allí—el hombre empezó a caminar hacia mí—, luego de eso no sabrás más de nosotros. —insistió, viéndome a los ojos en un tono sincero.

Desvié mi mirada un momento hacia aquella pequeña niña que se escondía detrás de las piernas de su padre asustada. Y mi mente me traicionó en un instante, haciendo que recordara a Jess, pensando que si ella estuviera aquí probablemente los habría ayudado.

—Está bien, los llevaré conmigo —dije soltando un suspiro pesado y luchando con mis dudas internas—. Pero tengan en cuenta que si pongo en peligro mi vida o mi misión por ustedes, no dudaré en dejarlos atrás —indiqué con firmeza.

—Gracias por darnos una oportunidad; te prometo que no te arrepentirás —dijo, con una cálida sonrisa de alivio.

—Espero que así sea —caminé de nuevo hacia mi caballo—. ¿No vienen? —pregunté viendo que seguían paralizados en el mismo sitio.

—¡Claro! —exclamó él, tomando sus cosas y las de la niña.

—Por cierto, soy Claire —me presenté antes de tomar mi mochila que estaba tirada en el piso para subir al caballo.

—Mucho gusto, Claire, yo soy Ezra y ella es...—la niña salió de su escondite y lo interrumpió.

—¡Y yo soy Abril! —dijo, con una amplia sonrisa.

—Un gusto conocerlos —mencioné viéndolos—; ahora prepárense que nos espera un camino difícil por delante—agregué mientras me adelantaba en el camino.

Emprendí finalmente mi camino hacia el santuario, ya que según los rumores, había un grupo de científicos que estaban experimentando para encontrar una cura. No sabía que tan ciertos eran esos rumores, pero tenía mis sospechas de que allí encontraría al menos una pista sobre lo que estaba buscando.

Giré un momento para ver a mis nuevos compañeros de viaje. Ambos iban subidos en un caballo y en aquel hombre se encontraba con la misma mirada de preocupación. Pude reconocer ese sentimiento de temer no poder proteger aquello que más amas y perderlo. Sólo esperaba no arrepentirme de mi decisión de llevar conmigo a esa niña y a su padre.

Hasta El Último Día (EN CURSO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora