Prólogo

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—Mi señor... deja que vaya a buscar al chico...

—Llevo aquí toda esta larga noche, a punto de obtener la victoria —dijo Voldemort con un hilo de voz-, preguntándome una y otra vez por qué la Varita de Saúco se resiste a dar lo mejor de sí, por qué no obra los prodigios que, según la leyenda, debería poder realizar su legítimo propietario con ella Y creo que ya tengo la respuesta. —Snape permaneció callado—. ¿Y tú? ¿Lo sabes ya? Al fin y al cabo, eres inteligente, Severus. Has sido un sirviente leal, y lamento lo que voy a tener que hacer.

—Mi señor...

—La Varita de Saúco no puede servirme como es debido, Severus, porque yo no soy su verdadero amo. Ella pertenece al mago que mata a su anterior propietario, y tú mataste a Albus Dumbledore. Mientras tú vivas, Severus, la Varita de Saúco no será completamente mía.

—¡Mi señor! —protestó Snape alzando su propia varita.

—No puede ser de otro modo. Debo dominar esta varita, Severus. Si lo consigo, venceré por fin a Potter.

Y Voldemort hendió el aire con la Varita de Saúco, aunque no le hizo nada a Snape, quién creyó que lo había indultado en el último instante; pero entonces se revelaron las intenciones del Señor Tenebroso: la esfera de Nagini empezó a dar vueltas alrededor de Snape y, antes de que él pudiera hacer otra cosa que gritar, se le encajó hasta los hombros.

—Mata —ordenó Voldemort en pársel.

Se oyó un grito espeluznante. Snape perdía el poco color que conservaba, al mismo tiempo que abría mucho los ojos, cuando los colmillos de la serpiente se clavaron en su cuello; pero no pudo quitarse la esfera encantada de encima; se le doblaron las rodillas y cayó al suelo.

—Lo lamento —dijo Voldemort con frialdad, y le dio la espalda.

No sentía tristeza ni remordimiento. Había llegado la hora de abandonar aquella cabaña y hacerse cargo de la situación, provisto de una varita que ahora sí obedecería sus órdenes. Apuntó con ella a la estrellada jaula de la serpiente, que soltó a Snape y se deslizó hacia arriba, y el profesor quedó tendido en el suelo, con las heridas del cuello sangrando. Voldemort salió de la habitación sin mirar atrás, y la gran serpiente flotó tras él, encerrada en la enorme esfera.

Severus quien yacía en el suelo, moribundo, tratando de contener la sangrienta herida de su cuello con sus débiles dedos, noto la presencia del joven Potter quien lo miraba consternado, Harry se acercaba a el. Snape con sus ultimas fuerzas, lo agarro de la túnica y tiro de él.

De su garganta salió un sonido áspero y estrangulado.

—Tómalas... Tómalas...

Algo que no era sangre brotaba de Snape. Una sustancia azul plateado, ni líquida ni gaseosa, le salía por la boca, por las orejas y los ojos. Harry sabía qué era, pero no sabía qué hacer...

la chica Granger hizo aparecer un frasco de la nada y se lo puso en las temblorosas manos a Harry. Éste recogió la sustancia plateada con la varita y la metió en el frasco. Cuando lo hubo llenado hasta arriba, Snape lo miró como si no le quedara ni una sola gota de sangre en las venas y aflojó la mano con que le agarraba la túnica.

—Mírame... —susurró.

Los ojos verdes buscaron los negros, pero un segundo más tarde, algo se extinguió en las profundidades de los de Snape, dejándolos clavados, inexpresivos y vacíos. La mano que sujetaba a Harry cayó al suelo con un ruido sordo, y Snape se quedó inmóvil.

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Severus Tobías Snape, ese era su nombre, tal vez lo seguirá siendo aun después de su fallecimiento. Se encontraba solo, en un espacio blanco, no parecía tener un final, todo era blanco, tan puro, tan cegador, seguro estaba en el limbo, para ser juzgado y darle su sentencia, por los actos que cometió en vida, el cielo es solo para aquellos que fueron personas sinceras y justas, el no lo fue.

Perdido en sus pensamientos, no noto como una pequeña esfera se acercaba a el, solo la noto cuando esa esfera se poso adelante suyo y empezó a agrandarse, hasta mostrar imágenes que se iban moviendo, se vio a si mismo en esa esfera, no eran imágenes, son sus memorias cuando estuvo con vida, vio su niñez, cuando abrazaba a su madre mientras lloraba, vio como era otra vez su padre, su antigua casa infeliz donde creció, no sabia que sentir al ver esos viejos recuerdos, vio como conoció a Lily, el como se conectaron a través de la magía y formaron una amistad, cuando fue seleccionado a Slytherin en Hogwarts, las bromas pesadas de los merodeadores, el como respondía de tal manera para joderlos también, el como fue conociendo a otras personas, cambiando su perspectiva de la realidad, amando las artes oscuras, yendo por otro camino, sus peleas con Lily, el siguiendo la supremacía de la sangre pura, la broma que casi lo mata y el como fue salvado por James Potter, el fin de su amistad con Lily, la muerte de su madre, su perdida dejo un vacío, la mujer que trato de cuidarlo con lo poco que tenía, se había ido, para siempre, ese fue el recuerdo más doloroso y desgarrador de su vida.

Los recuerdos seguían mostrándose en la esfera, aquel día que se convirtió en mortífago, Lily casándose con Potter, cuando conoció de la profecía y se lo confeso al señor oscuro, el como se alió a Dumbledore para evitar que lastimen a Lily y su familia, la supuesta derrota de Voldemort, la noticia de Lily muerta, recuerdos que rondaban siempre en su mente, mortificándolo todo el tiempo, en especial el de Lily, su persona especial asesinada por la varita de quien consideraba su señor. Sentía sus mejillas húmedas, un nudo en su garganta, sentía su pecho doler, como si le clavaran un montón de espinas y estas destruían todo su interior, poso sus manos a la altura de su corazón, no sentía sus latidos, pero le dolía bastante, el estaba destrozado, totalmente destrozado.

El ya sabia lo que sucedía más adelante en sus recuerdos, fue su vida después de todo, se conocía, estaba arrepentido por todo lo que hizo, si le dieran la oportunidad de seguir vivo y regresar en el pasado, el trataría de cambiar los hechos, lo haría con todo su ser, por más complicado que fueran los obstáculo que le impusieran, el trataría, el lo haría.

La esfera empezó a parpadear de manera agresiva, su tamaño se agrandaba, su luz era potente, había una fuerza que lo atraía hacia dentro, que lo empujaba, que tiraba de el.

Fue absorbido por la esfera gigantesca, no veía nada, se sentía ligero, libre de cualquier peso, todo era silencioso, era pacifico, empezaba a sentirse con sueño, con un profundo sueño, su conciencia se fue apagando de a poco. Seguro era su final, su muerte. «¿Así... era morir?»

𝐄𝐜𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐕𝐢𝐝𝐚: 𝐑𝐞𝐭𝐨𝐫𝐧𝐨 𝐚𝐥 𝐂𝐨𝐦𝐢𝐞𝐧𝐳𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora