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Para toji zenin la importancia de vivir le parecía una estupidez.
Para los zenin el hecho de que toji existiera era algo bueno pero a la vez una maldición.

Desde que tiene memoria puede recordad como siempre los maltratos iban hacia él y no hacía su hermano.

Quemaduras, golpes, latigazos, abusos. Fue así su rutina desde que era niño.  Jamás entendió porque no lo amaban o no era querido. ¿Porque era tan desechable?

En ningún punto de su vida pudo ver una sonrisa genuina por parte de cualquiera de su familia así que simplemente dejo de importarle lo que le dijeran o lo que pensaran de él.
   Mientras él cumpliera su tarea asesinar a la gente con la que su familia tenía problemas estaba bien.

Él estaba completamente bien con eso porque, probablemente solo había nacido para ser una máquina.
Sus manos fueron creadas para matar y destruir, no para ser amables y querer.

Paso veinticinco  años de su vida haciendo todo lo que su familia quería que hiciera, con tal de que recibiera su paga semanal con salario mínimo y después podía desaparecer por dos semanas dónde evitaba a toda costa a la gente para evitar la mirada de disgusto o miedo de las personas.

Toji no recuerda algún momento dónde tuviera inocencia, dónde sonriera en la niñez, dónde podía ser y hacer lo que él quisiera y si en algún momento existió esa parte de él estaba muerta y los recuerdos muy enterrados en lo profundo de su mente.

De echo, toji jamás había sonreído.

Era un vacío interno lo que lo hacía quedarse quieto, lo que lo hacía no hablar, lo que lo hacía inmune a dejar de comer por días. No había una razón por la cual reír, una razón por la cual llorar, una razón por la cual vivir.

¿Porque vivir en un mundo donde nadie desea que estés?

Se sentía muy débil haciendo una cosa así, era ridículo y las enseñanzas bruscas y horribles de su familia no tenían significado. El ser "fuerte" no quitaba el hecho de que su mente se cansara.
   Matarse, aventarse a un río era la opción más fácil y a la vez barata. Nadie podría encontrar su cuerpo con suerte y si lo hacían no es como si les importará.

Podía sentir el agua fría del río tocar sus pies, seguido de su torso y mientras más caminaba para undirse más era lo seguro que se sentía para dejar de vivir.

Hasta que no fue así.

Las manos pequeñas, cálidas y delgadas que lo sacaron de ese abismo fueron las mismas que tocaron su rostro tratando de limpiar el agua de sus ojos que no estaba totalmente seguro que fuera del río.

¡¿Estás bien?!— probablemente era la primera persona que le preguntaba eso.

Aún no sabe si fue por la desesperación de aquella mujer que lo sacó de allí tratando de salvarlo lo que le dió fuerzas para sacar un cuerpo así de grande de el río o si era simplemente su cansancio que lo hacía débil y fácil de manipular.

Esas manos cálidas que tomaron su rostro sin miedo y lo obligaron a verla a los ojos.
  —¡Estás vivo! Dios mío — decía la mujer con lágrimas de felicidad en sus ojos y eso lo confundió bastante.

¿Porque lloraba por alguien como él?

—¿Porque?— preguntó pero la mujer solo empujó su rostro entre su pecho y lo abrazo mientras le daba caricias sobre su espalda.

—todo va a estar bien... Estarás bien...

Una mujer cálida de corazón y alma la que hablando su corazón.
    Lo que más le gustó de esa mujer fue la forma en la que jamás lo miró con miedo. Lo trataba como un humano.

LOVE ME AGAIN (Itafushi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora