Capitulo tres.

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Las mañanas en el infierno solían ser merecedoras para aquellos nacidos en él, pero para los pecadores nuevos, los gritos de agonía y constantes arrebatos eran un tormento. No necesitaban de una alarma para despertar sobresaltados en busca de refugio para poder sobrevivir un día más.
Pero para un soberano como Lucifer, despertar gracias a los gritos de las almas descarriadas no era satisfactorio ni mucho menos señal de una alabanza. De alguna forma u otra él había llevado a todos aquellos seres a pagar por su deseo de la libertad y diversión, sentía que les debía un perdón como él que ahora también se sentía obligado a darle a Lilith, su querida esposa.

No había logrado conciliar el sueño durante toda la noche. Su cuerpo ardía debajo de las sábanas blancas, incluso había tenido que quitarse toda la ropa por el asqueroso bochorno que tenía. El simple roce de la tela blanca le provocaba frotarse contra lo que sea que tuviera al lado suyo, habiendo perdido la cuenta de cuántas veces se masturbo e intento meterse los dedos, obteniendo de nuevo un pequeño dolor acompañado de miedo. No quería lastimarse, el jamás había tenido que recurrir aquello porque la Alpha era la que se encargaba de provocarle placer, sin embargo, ahora no la quería cerca y gracias al cielo, esta ni siquiera se había dignado en hacer acto de presencia detrás de la puerta para saber cómo se encontraba.
Aún así... la culpa lo invadía cada vez que su juicio lo nublaba, imaginando al Locutor encima suyo, llenándolo hasta que su vientre se inflara lo suficiente como para dar a luz a sus cachorros.

¡Carajo! No lo soportaba más, necesitaba aquel Alpha rojizo para calmar su malestar. Que carajos le importaba si Lilith se molestaba con el, no podía reclamarle nada después de tantos años de abandono.

Los recuerdos de las noches que esperaba poder dormir abrazado a su lado se convirtieron en noches de desvelo fabricando patos de goma siempre con una imperfección. Las veces que se emocionaba por disfrutar de alguna salida divertida (aunque teniendo en cuenta su entorno, solo lo dejamos en salidas) se convirtieron en excusas para no convivir con aquellos pecadores.
Todo por que ella ya no lo contemplaba para nada, porque poco a poco fue alejándose hasta convivir por pura gratitud. Sabía que no lo merecía ¿o si? No, no lo sabía ciertamente porque su celó lo volvía vulnerable, necesitado de cariño y miedoso.
Sentía que podía verse reflejado aquel ángel encadenado siendo juzgado por sus hermanos y hermanas, mirándole con decepción y odio. Lastimado y herido por ir en contra de las estupidas y aburridas normas ¡solo quiso abrirle los ojos a los demás!

No se había percatado de que su forma demoniaca había empezado a manifestarse debido al dolor que su pasado y entorno provocaban; dos largos cuernos rojos emergieron de su cabeza, entre la unión de cada uno una pequeña franja negra sobresalía y en medio de ambos una pequeña llama de fuego irradiaba calor. La manta blanca había salido volando cuando tres pares de alas revolotearon causando ráfagas de aire con intención de quebrar todo a su paso. Debajo de su espalda baja una cola larga y puntiaguda como flecha se movía con fuerza, incluso podía dejarle marcas a cualquiera que golpeara con ella. Desnudó y volando apenas unos centímetros despegando del piso, quería atacar a todo aquel que lo había herido y usado. Sus ojos ya no parecían los de aquel Ángel compasivo y visionario, el rojo cubría por completo ambos luceros.
Había roto el dosel de la cama tallada en madera, las plumas de las almohadas salieron volando por todas partes con el impacto, iba a destruir todo a su alrededor si no lograba calmar a su Omega interno.

O eso había creído.

El compás de tres toques en la puerta lo hicieron chocar contra el gran espejo del tocador, rompiéndolo al instante. Amortiguó los pequeños cristales con sus alas y aún así el dolor lo hizo quejarse en un aullido pasivo.

—¿Lucí? Escuche el estruendo ¿todo bien?— la voz de Lilith lo hizo volver, recobrando el dorado de sus iris pero aún con el rojo en la esclerótica. El miedo se apoderó de él cuando vio la puerta golpetear al querer ser abierta. —¿Lucifer?—

𝐀𝐝𝐮𝐥𝐭𝐞𝐫𝐲❦ 𝐑𝐚𝐝𝐢𝐨𝐀𝐩𝐩𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora