Capitulo dos.

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Para Alastor conocer a la familia Real fue como presenciar la obra mas ridícula y mediocre que en su vida había visto. Pudo ver la falsedad de un matrimonio que fingía ser armonioso y comunicativo.
Solo había aceptado aquella invitación por cortesía y más que nada ver qué provecho le podía sacar, en realidad no era como que le atemorizara que la Reina lo castigara o matara por haber desaparecido a muchos de sus súbitos, muy bien sabía que aquella invitación no lo llevaría a la muerte de nuevo.

Y así mismo obtuvo una grata sorpresa al notar que no solo que podía tener tratos con Lilith, si no también que había conocido a la cosita más hermosa de todo el infierno.
Alastor había admirado a Lucifer como el conejo blanco solitario y jugoso que un buen cazador podría disgustar. Su piel blanca que podía jurar a la primera mordida sería tan suave como masticar un bombón; era tan chaparrito que casi no creía que era el Gran soberano del Infierno, su cara era similar a la de una muñeca de porcelana que su madre tanto cuidaba y limpiaba del polvo, oculta en su cuarto.
Tenía una figura estilizada digna de un Omega varón, apostaría contra uno de sus viejos amigos a que una de sus manos tomaría la cintura de aquel príncipe sin mucho esfuerzo.
Portaba un elegante trajecito blanco a juego con un chaleco rosa con rayas blancas, botas negras que no le ayudaban mucho a ganar altura y un moño negro en su lindo cuello.

Era la presa más linda y pequeña que había visto.

El diálogo con Lilith fluía con normalidad, conoció a una mujer ambiciosa, fría y calculadora si se trataba de atacar a su enemigos y eso le agrado bastante, alardeando su gran tenacidad y coraje, pero, algo lo tenía intranquilo

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El diálogo con Lilith fluía con normalidad, conoció a una mujer ambiciosa, fría y calculadora si se trataba de atacar a su enemigos y eso le agrado bastante, alardeando su gran tenacidad y coraje, pero, algo lo tenía intranquilo. Su querido esposo no aparecía por ningún lado, ¿se creía demasiado para tratarlo como un don nadie? Eso le irritaba un poco, no le gustaba que lo minimizaran cuando se había esforzado tanto para ir acabando uno por uno de los Overlord.
Las uñas de sus dedos no dejaban de bailar sobre el palo del micrófono y parpadeaba muy seguido debido a la extraña incomodidad en todo su cuerpo, cruzaba las piernas de un lado al otro cada cierto tiempo y miraba por el filo de sus ojos la puerta de caoba. Quería que aquel Ángel hermoso entrara por fin pero conforme la platica avanzaba, la ilusión se desvanecía.

Su boca pasó por una acidez significativa de que pronto probaría algo nuevo, conocía muy bien esa sensación pero no reconocía de que alimentó se trataba. Podía oler manzanas, dulces y jugosas junto con un poco de miel real de abeja, hace mucho que en el infierno no disfrutaba algo así. Su nariz trataba de descifrar de dónde venía aquel aroma, suponía que no sería de la cena que tanto esperaba la dama delante suyo, no, provenía de otro lado. Le estaba llamando, insistiéndole a dejar con las palabras en la boca a la fémina para ir detrás de aquel olor dulce y atrayente.

Un Omega. ¡Bingo! De eso se trataba. Afilo su mirada y sus dientes se apretaron en una sonrisa de pura satisfacción. Su cuerpo comenzaba a reaccionar sobre aquel aroma que le seguía llamando, poniendo intranquila aquella sombra traviesa detrás suyo.

—Permítame un momento, por favor. Iré a revisar si todo está bien con la cena— Lilith se levantó de su lugar, desapareciendo por aquel pasillo lleno de cuadros familiares.

En cuanto la mujer se esfumó, Alastor tuvo que aflojar el moño de su atuendo. Sentía que sé asfixiaba, o más bien un calor sofocante que no le estaba permitiendo respirar con normalidad. ¿Que carajo le estaba pasando? Ese aroma lo intentaba desquiciar, mirando a todas las direcciones para buscar el rastro y juro por su madre que divisó una línea dorada borrosa sobre la dirección donde Lilith había ido. Fue un impulso pero sus pies se movieron en aquel camino, arrastrándose con ayuda de las paredes para no perder el rastro, saboreando el exquisito aroma en su boca, comenzando a salivar como uno de esos animalejos pulgosos que le habían quitado la vida.
Ese Omega le estaba llamando, ¿pero quien? ¿Algún sirviente? ¿Acaso sería alguien importante? Que más daba, jamás había experimentado aquello.

Un momento. Jamás había pasado por algo así. Sus pasos se detuvieron antes de doblar el pasillo, regresando en si en un instante para no cometer una estupidez y arruinar todo lo que había estado planeando por meses, quizá años.

Cuando el joven Alastor vivía, su primer celó fue doloroso y el maldito bastardo de su padre quiso obligarlo a tomar a la fuerza una linda y a la vez desagradable mujer del cabaret donde solía ir a embriagarse. Su madre logró impedir aquel acto y cuidó de su cachorro con paciencia y amor, minorando su fiebre y explicándole porque su cuerpo se sentía extrañamente caliente, pidiéndole entre lágrimas que jamás, jamás doblegara a nadie estando en aquel estado por más que deseara a esa persona.

Quizá fue la acción de su padre que provocó un repudio total a querer estar con alguien. Celó tras celó fue pasando hasta el día de su muerte y jamás deseo ni se permitió querer a nadie, solo a su madre pero eso era diferente. Hubo mujeres, omegas que lo habían querido pero su respuesta siempre fue un rotundo NO. Descubrió que si podía llegar a sentirse extasiado cuando mataba y mutilaba a alguien pero nunca con algo tan asqueroso, desagradable y blasfemo como el sexo. Hasta ahora.

Su cuerpo despertaba como en aquella ocasión y esta vez de verdad quería encontrar aquel ser para tomarlo como fuera posible, pero no podía en aquel lugar.

Mantuvo un ritmo de respiración más tranquilo y acomodo el moño negro, pasando sus manos por su traje para quitar cualquier rastro de arruga que lo delatara. Chasqueó sus dedos, su sombra salió en una imponente fiera.

—Búscalo.— ordenó.

La silueta oscura se arrastró con velocidad guiándose por el aroma que traía mal a su amo. Deteniéndose justó en la entrada de la cocina, escuchando con atención la conversación del matrimonio y levantando una oreja solo cuando el Rey del abismo confesaba en susurros que su celó había llegado con imprevisto, deteniéndole de acercarse a reunión.
Volvió a Alastor en cuanto la mujer se despedía de su pareja, permitiéndole ir a descansar.

—¿Todo bien? Creía que su esposo nos acompañaría a la cena— preguntó mientras admiraba un cuadro de la feliz pareja, deteniéndose en el retrato del pequeño Ángel, bajo una expresión de malicia.

—Oh, no. Le pide disculpas, está algo indispuesto esta noche pero la cena ya está servida. Pasemos al comedor—

—¡Desde luego! Tengo un hambre atroz, podría devorar un venado completo—

De camino a su hogar, si a una sucia y vieja cabina de radio podía llamar hogar, Alastor tatareaba una vieja melodía que tocaba en ocasiones sobre el piano

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De camino a su hogar, si a una sucia y vieja cabina de radio podía llamar hogar, Alastor tatareaba una vieja melodía que tocaba en ocasiones sobre el piano.
Una sonrisa de gusto bien formada en su rostro le acompañó hasta cerrar la puerta de su refugio, quitándose el saco y el moño.

Necesitaba tomar una taza de café para aclarar sus ideas. Con el descubrimiento de que un Omega como Lucifer lo deseaba, cambiaba todos sus planes pero no el objetivo. Debía mover sus piezas con astucia y cuidado o podría terminar peor que en vida.
Basado en los temas que trató con Lilith, tendría el tiempo suficiente para que todo resultara como quería, no solo satisfaciendo sus deseos de poder, si no también los carnales.

Mañana haría una visita a la casa real, esperando que la mujer ya no estuviera para poder platicar con el pequeño ángel a solas. Iba asegurar su lugar en el infierno, aún si en el proceso debía permitirse probar los placeres del celó.

𝐀𝐝𝐮𝐥𝐭𝐞𝐫𝐲❦ 𝐑𝐚𝐝𝐢𝐨𝐀𝐩𝐩𝐥𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora