Oscuridad, silencio sostenido. Un estallido de luz incandescente en el medio del vacío. Una risa malévola invade la caótica escena y poco a poco se funde con el distante llanto desconsolado de un bebé. Llegado a su clímax, la estridente cacofonía se detiene al unísono.
Se oyen las campanadas que marcan el inicio del horario escolar, provenientes de una inmensa academia de preparatoria, la única en toda la ciudad. En el interior de un aula, un grupo de alumnos se reúne, todos alrededor de una joven. Todos hablan entre sí e intentan llamar la atención de la muchacha sentada en el epicentro de la habitación. La protagonista de la escena se llama Bulma y es una adolescente de 16 años. Viste un típico uniforme escolar blanco y verde musgo, pero se distingue de sus compañeros por llevar encima una chaqueta celeste con el símbolo "CC" grabado en su hombro izquierdo. Su pelo largo, lacio y teñido de un tono similar a su prenda característica, se encuentra prolijamente amarrado con un lazo rojo. Lo que más llama la atención no es, sin embargo, ni su atípica vestimenta ni su peinado, sino su cara, la cual expresa una confusa y contraria mezcla de preocupación y entusiasmo. Su mirada está perdida, escucha lo que sus compañeros dicen pero realmente no los oye. Por un momento pone su atención en alguien en particular, en la única persona presente que no la rodea, que no la asecha, que no la asfixia, que nunca intentó siquiera hacerse notar. Una joven de pelo corto y negro, con ojos café y piel pálida, se sienta cada mañana al frente del aula, en la primera fila, siempre con la vista clavada en sus libros y cuadernos, todos prolijamente identificados con etiquetas adhesivas: "Mai" señala en cada uno de ellos. Bulma se la queda mirando fijamente por detrás y dada la disposición de los asientos, la mirada no es devuelta. Pero no le importa realmente, ni siquiera lo desea. Está tan acostumbrada a que todos la busquen, con cada ojo, con cada palabra, con cada gesto. Pero nunca Mai. Y eso la diferencia, y para Bulma significa tanto el ser diferente. Con sus pupilas aún clavadas en su compañera de clase, Bulma sonríe.
Pasó el tiempo como siempre el tiempo pasa y la clase ya había terminado. Mai se levanta rápidamente de su asiento y se apresura a perderse en los pasillos. Bulma se extraña por la repentina acción de su compañera y no duda en imitarla para perseguirla. La figura de la joven silenciosa se camufla perfectamente entre las multitudes. Pareciera como si su talento natural fuese el desaparecer. Y Bulma, en un sentido completamente contrario, jamás supo esconderse. Ni bien cruza el umbral de la puerta se forma a sus espaldas un enorme séquito de alumnos que le cuidan el paso como si de la realeza se tratase. La emperatriz del instituto, insistente y eficaz, alcanza a la chica fantasmal en las escaleras y de manera abrupta e inesperada para todos los presentes, la toma firmemente del brazo.
-Bulma: ¿Recibiste mi mensaje?
-Mai: Si. -Dice sin darse la vuelta-
-Bulma: ¿Y?
Silencio, pero sólo por unos segundos, porque pronto decenas de voces estridentes destruyen la atmósfera creada. Todas las frases, por supuesto, van dirigidas hacia Bulma. La solicitan, la requieren, la necesitan. A Mai, en cambio, la ignoran por completo, y sin embargo a Bulma sólo le importa lo que su silenciosa compañera tenga para decir. Pero sabe que antes de cualquier respuesta, necesita deshacerse de todos los estorbos para hacerla sentir segura. Segura de hablar. Segura de expresarse.
-Bulma: La clase duró una eternidad... ay, tengo tanta hambre. ¿Alguien podría traerme algo para comer? -Guiña su ojo derecho en dirección a la indefinida multitud.-
Desesperado, el grupo arde en emoción y como si se tratase de una marcha militar, abandonan a las adolescentes de manera obediente y ordenada, aventurándose en una competencia por ver quien complace primero (y mejor) a su majestad. Ahora en soledad, Mai rota su cuerpo entero y le dirige, por primera vez en el día, una mirada a Bulma. Parece haber muchísima tensión en el aire, como si algo no anduviese bien entre ambas, pero inesperadamente Mai se permite el sonreír.
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Las Esferas del Dragón (Dragon Ball)
Fanfiction"Las Esferas del Dragón" es un fanfic, sin ánimo alguno de lucro, hecho desde el más profundo amor, respeto y admiración por Akira Toriyama y su obra maestra, Dragon Ball. Por mi parte, ésto no es más que una humilde búsqueda por profundizar en éste...