7| Daiquiri

181 28 1
                                    

Obviamente intenté decirte, para evitar que te fueras. Pero cada vez que intentaba abrir la boca, sentía que no podía abrirla y la sensación de agujas clavándose en mis labios me atormentaba.

Charlie se mostraba emocionada al ver cómo tú y Alastor se prendían aún más en los ejercicios de confianza. Vaggie solo me echaba una mirada extrañada ante mi cara de angustia. Cuando intentaba hablar contigo o con Vaggie, Alastor me echaba una mirada y agrandaba su sonrisa, como si fuese una advertencia. No era un “como si fuese”, era una advertencia. Una advertencia de que cerrara mi boca.

Para colmo, me has estado evitando. Noto que estás cada vez más cerca de Alastor, susurrando y sonriéndole tímido. Eso hace que hierva mi sangre.
Cada que intento acercarme, buscas una excusa para alejarte y eso me inquieta.

—Tengo que decirlo —susurré agobiado en mi habitación. Me tiraba de mis orejas. Ya no podía aguantarlo. —¡Tengo que decirle a Angel la verdad!

—¿Qué me debes decir? —Me sobresalté y me giré, mirándote. Ahí estabas: en el marco de mi puerta, abriéndola y entrando lentamente.

—Angel… ¡No! ¡Anthony, tengo que decirte algo! —Me acerqué apresurado y cerré la puerta de un portazo. Te tomé de los hombros y te senté en la cama.

—Ey, ey, calma, invítame un café antes —bromeaste nervioso, pero negué.

—¡No estoy para bromas! ¡Anthony, tú——Tapé mi boca ante el ardor, doblegándome. —¡Espera! No puedo…

—¿Husk? ¿Estás bien? —Te levantaste y pude ver que una de tus manos se posaba en mi hombro. —Tranquilo, no te juzgaré…

—¡No, no es sobre mí! Es sobre… ¡Agh!——Arañé parte de mi cara, gruñendo. Tú me miraste asustado y me tomaste de las manos, evitando que me haga daño.
Me arde demasiado la boca. Siento ganas de vomitar, y no un vómito verbal.

—Tranquilo… —Respiraste profundo. —… Siéntate por favor, vine a hablar contigo. —Yo accedí y ambos nos sentamos en la cama. Permanecimos en silencio y miré el suelo. Ni siquiera podía escribirlo, cada que lo intentaba sentía un dolor intenso en mi mano, como si estuviera quebrada. No podía hablarlo con nadie. Todo por culpa de Alastor. —¿Estás mejor? —Me sonreíste, mirándome de reojo. Yo asentí al sentirme más tranquilo, pero aún tenía ese ardor en la garganta. —Me alegro… Entiendo que esto es difícil para ti, Husk.

—¿Lo entiendes? —Curvé mis cejas y te miré. —No sé de qué hablas.

—No te hagas el desentendido. —Te reíste nervioso y acomodaste tu cabello. —No tienes que decirme si no quieres, pero… Lo sé.

—¿Qué sabes?

—Lo sé todo. No quise hablar contigo al principio. —Miraste a otro lado y jugaste con tus manos, nervioso. —Aún tenía que asumirlo.

—¿Qué cosa…?

—Mi destino… —Cerraste tus ojos. —… Será difícil aún más cuando me vaya pero… Mi destino, no, tu destino… No, aún menos… —Tomaste mis manos entre las tuyas. —… Nuestro destino cambiará y no será posible.

—No sé de qué hablas —susurré.

—No mientas, Alastor me lo contó todo. Me contó la verdad. Y eso explica por qué me estuviste evitando.

—¿Yo? Acabaste de admitir que fuiste tú. —dije y negaste. —¿No?

—No, eso fue cuando hablé con Alastor. No lo parece pero es un buen amigo. —Te reíste y yo me sentí aún más inquieto. —Solo quiero que sepas, que estoy para ti y gracias por apoyarme en mi redención.

“No, no la apoyo. No quiero que te vayas. Por favor, no te vayas”.

Pude decirte eso, pero no sé por qué no podía. Y sabía que no era culpa de Alastor que no pudiera decirlo.

—Claro, estoy para ti y lo mereces —te susurré. Era mi culpa que no pudiera decirte la verdad. Apreté tus manos. Me miraste sonriente y suspiraste.

—Acepto tus sentimientos. —Espera, ¿Qué? —Yo también me siento así.

—¿Qué? —Te solté de las manos y te miré. —¿De qué hablas?

—De tu comportamiento… De lo que sientes. —Me paré y tú me seguiste.

—¿Lo que siento? —Arrugué mi nariz. Tú te acercaste, tus manos inferiores agarraron nuevamente las mías, y las superiores acunaron mi cara.

—Sí. Alastor me lo dijo y me emociona… Me emociona que me tomes en serio. —Cerraste tus ojos y me besaste.

No sabía cuánto necesitaba eso. No sabía cuándo empecé a necesitarte y a sentirme bien contigo. Eso explica por qué yo me preocupo y no quiero perderte.
Te amaba. Te adoraba. Te respetaba y te quería conmigo.
Pero no así. Y no podía permitirlo. Así que me separé bruscamente.

—¡¿De qué mierda hablas?! —te grité. Tú te sobresaltaste y retrocediste.

—De que——Tu mirada, reflejaba miedo. —Me amas. Yo también lo hago. —Quisiste acercarte pero yo lo evité.

—¿Qué? No. ¿Qué te hace pensar eso?

—Tranquilo, no finjas… Alastor me——

—¡Alastor te mintió, no te amo! —grité. Te callaste y me miraste avergonzado. No sabía por qué dije eso, bueno, en su momento lo creí parcialmente cierto pero no lo entendía. No entendía qué sentía. —Yo… —Apreté mis labios y ni lo intenté: no iba a seguir intentando decirte la verdad. Alastor nunca me dejaría decírtelo, y ahí entendí: en realidad, no era que no pudiera decirlo, sino que sabía que si te lo decía, te iba a dar igual. Si te lo decía, tu motivación iba a ser corrupta, y no irías al cielo como Alastor pretende. Y no podía ser tan egoísta. Porque aunque te amara, aún negándolo, no podía seguir impidiendo que tú te vayas. Tú sí quieres irte. Tú sí puedes irte. Tú sí me amas, no como yo. Yo solo fantaseo contigo. Fantaseo que sí podemos estar juntos, que sí podemos tener una familia y que podemos ser felices aquí. Pero si fuésemos felices, no sería el infierno, y yo no puedo ir al paraíso, porque mi alma le pertenece a Alastor a tiempo completo. Mi corazón te pertenece, yo te pertenezco, mi cuerpo te pertenece, todo de mí te pertenece. Pero no mi alma. Y no te voy a atar aquí solo porque no puedo irme. No puedo ser tan egoísta. Así que simplemente, respiré profundo y te dije: —Puedes irte. —Y lo dije más para mí, que para ti.

Y eso hiciste, te fuiste de mi cuarto. Y sabía que te ibas a ir de aquí pronto. Es cuestión de esperar.

Lo que pasaría si te fueras | HuskerdustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora