Capítulo 2: Encuentro inesperado.

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Decidí continuar por el pasillo, ni en sueños bajaría por esas escaleras. A mi izquierda vi una doble puerta de madera junto a un cartel a un lado de esta que tenía escrito 'Sala de Reuniones', me acerqué a la puerta para sentir si escuchaba algo desde adentro, la golpeé tres veces, las dos de siempre, más una de mas, de ahora en adelante, sabiendo lo que sucedía tendría que tener cuidado para todo, me jugaba la vida.

No terminé escuchando nada, al parecer no había nadie o algo adentro, agarré la manilla con la mano izquierda mientras que con la derecha sostenía el arma, preparándome para apuntar. La puerta estaba cerrada, no se movía la manilla, suspiré. Seguí caminando derecho por el pasillo, frió y un poco oscuro, las luces de los bombillos no terminaban de alumbrar bien los lugares de la comisaria, podría ser alguna falla de luz.

A medida que me acercaba mas al final del pasillo escuchaba cada vez más fuerte un ruido, como si le estuviesen golpeando a algo, y algunos gritos desesperados, inmediatamente lo supe, si hay más de ellos...

Hasta llegar a una pared que me obstruía seguir derecho, donde a mi izquierda había una puerta algo astillada, abierta totalmente, pero era a mi derecha de dónde provenía los ruidos , logré ver desde donde estaba, asomándome pegado a la pared lo que parecía cuatro infectados, todos de espalda, dos hombres con uniforme policial y otros dos civiles, un hombre y una mujer, todos golpeando una puerta, empujándola y rasguñándola para poder tumbarla, a unos cuatro metros de distancia a donde yo me encontraba.

Según lo que aprendí en Raccoon, ellos van al ruido y a la carne viva, así que puede haber una persona sin salida, encerrada ahí suplicando por ayuda. Lo pensé varias veces, podía irme y no volver, pero, si hay alguien adentro moriría si no le ayudo, además seria mi oportunidad de aprovechar que estén distraídos para aniquilarlos y evitar enfrentarme a ellos luego. Mi adrenalina volvía a fluir por mi cuerpo, al contrario de la lucha anterior, esta vez me sentía más preparado, como si mi cuerpo ya estuviera acostumbrado a sobrevivir, sentí odio por esas cosas y quería exterminarlas por completo, pero el sentimiento de temor era un poco más grande que ese furor.

Me arriesgué de forma dudosa, y con las siete balas que me quedaban en el cargador decidí ir. Me acerqué un poco, tres pasos adelante, le apunté al primer contaminado, a uno de los que llevaba puesto el uniforme policial, ¡bala en la cabeza!, su cuerpo cayó inmediatamente, recostándose a la pared a un lado de la puerta que golpeaba, manchándola de su sangre, el primero había caído, de forma rápida apunté al segundo, el hombre vestido de civil que estaba justo al lado del que ya le había dado, disparé.

No le logré dar, la bala impactó con la pared a unos centímetros de él, se alertaron de mí, vi como casi al mismo tiempo los tres se voltearon, con sus miradas puestas fijamente en mí, volví a sentir sus iras, esas desquiciadas ganas de agarrarme, su sed de matarme.

Mientras retrocedía y los apuntaba decidí dispararle a la mujer en la pierna, la bala dio por suerte en su rodilla, destrozándosela por completo y cayó al piso, no es como un tiro en la cabeza, pero tendría un poco más de tiempo para encargarme de los otros dos. Apunté a otro infectado, al mismo a quien ya le había intentado atinar, ¡BAM! El tiro le rozó el rostro, ¡Fallé maldición! Ya me estaba preparando para correr, tres tiros, tres de ellos, ¡Si puedo! esto era un asunto de vida o muerte así que tenía que reaccionar bien, aunque no era la primera vez que me sucedía algo parecido me sentía oxidado, luego de Raccoon no me he vuelto a ponerme en forma.

De solo verlos correr hacia mí mientras gritaban me hacía sentir muy nervioso, tenía más ganas de salir huyendo que de seguir luchando contra ellos, sentía de nuevo ese miedo que pensé que jamás volvería a sentir, a pesar de evitar a toda costa alguna relación con esas cosas hoy me encontraba luchando contra ellas. Debía aguantar, aunque incrédulamente sabía que podía contra ellos, yo no podía morir aquí, mi instinto de supervivencia gritaba de rabia. Le apunté en la cabeza nuevamente al que le había dedicado ya dos de mis balas, es ahora o nunca, sostuve muy fuerte el arma con mis dos manos y apreté el gatillo, ¡volví a atinar! Su cuerpo cayó al piso de frente. Solo dos, ¡solo dos! Era turno del único que aun corría hacia mí, al otro hombre con uniforme policial.

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