Capítulo 5

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Santa Mónica, otoño de 2005

-Ma-mami... -Temblé al estar de pie ante aquella escena. Mojé el pantalón de mi pijama debido al miedo.

Los ojos azules de John, afilados como espadas, me contemplaron. El desconcierto era evidente en su semblante y mirada. Desvié la atención desde él hacia el cuerpo inerte de mamá.

Todo alrededor desapareció, lo único perenne fue un sofá donde ella reposaba sin vida, pero en ese momento no lo comprendí así. Mi mente de niño necesitaba creer que solo dormía e incluso la sangre se esfumó, volví a ser consciente de ella cuando subí a su regazo y mis manos resultaron empapadas por el fluido escarlata.

-Ma-mami, mami de-despierta -le supliqué. Intenté agitar su cuerpo, pero nunca antes me pareció así de rígido. El miedo creció dentro de mí a una velocidad arrasadora-. Mamá, es mi cumple... ¡Despierta!

-¡Apártate, niño! -La iracunda voz de John me devolvió a la realidad, al departamento que en ese instante se tornó demasiado frío, como si una gélida ráfaga me hubiese golpeado el rostro de repente. Grité y lloré en cuanto vi mis manos cubiertas de sangre-. ¡Qué te quites, mocoso!

John me jaló por un brazo y me lanzó al suelo. Mi trasero y piernas dolieron ante el impacto, pero pronto me repuse. Furioso, fui sobre él a golpearlo. Se había agachado para levantar a mi mamá y yo no podía permitirle más daño.

-¡Déjala! -le grité- ¡Deja a mi mami! ¡No la lastimes!

Seguí golpeando sin parar a sus brazos y espalda mientras él gruñó y vociferó, pidiendo detenerme. No lo hice, entonces soltó a mamá y se giró furioso para propinarme una fuerte bofetada que me envió al suelo otra vez. Dolió horrible, incluso mi nariz sangró, pero en realidad no lloré por eso, sino ante la rabia que me provocó ser tan chiquito y no poder detenerle.

-¡Deja a mi mami! -le grité entre lágrimas y contestó furioso:

-¡Tu madre está muerta! ¡¿No lo ves?!

John vino hacia mí, me levantó por la camisa del pijama y sentí terror, creí que iba a estamparme contra el suelo y deshacerse de mí; en cambio, me lanzó hacia el sofá y sostuvo muy fuerte mi cabeza mientras me obligaba a contemplar el cadáver de pies a cabeza.

-¡Mírala! -gritó furioso- ¡Está muerta! ¡¡¡Muertaaaaaa!!! -Soltó mi cabeza y me empujó contra mamá, después continuó en un tono más bajo-. Está muerta. Y tú...

Temblando, giré la cabeza para verlo, lucía desconcertado, parecía meditar qué hacer o de qué manera matarme más bien, porque nunca he tenido duda de su culpabilidad. Sin embargo, noté algo más allá de él: la puerta del departamento permanecía abierta.

En seis años, jamás había atravesado ese portal por mi cuenta; las veces que a escondidas lo intenté, la descubrí bloqueada, me atrevería a decir que ni siquiera mi madre tuvo la llave de aquel sitio. Pero en ese momento, con su cadáver a mis espaldas y el asesino adelante, sopesando cómo deshacerse de mí, me armé de un valor que desconocí tener y a toda prisa corrí, escapé de ese lugar en busca de ayuda. Nadie respondió a mis gritos.

Bajaba las escaleras, desesperado, entonces empecé a escuchar a John detrás de mí y mi corazón se desbocó más de lo que ya lo tenía.

-¡¡¡Ayudaaaaa!!! -Volví a gritar entre lágrimas y de nuevo, nadie acudió...

-¡Espera! -John me pedía parar, pero ni de chiste lo haría.

Sin embargo, yo solo tenía seis, mis pequeñas piernas no contaban con la agilidad suficiente para alejarme rápido de él y logró alcanzarme.

Entre sombras y sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora