Capítulo 13 (III)

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—¡Bambino! —me dijo Lio, emocionado y corrió hasta fundirse en un fuerte abrazo conmigo, yo mantuve los brazos pegados a ambos lados de mi cuerpo, no pude responder a su gesto porque seguí sorprendido— Hijo, te busqué como loco.

—¿Se conocen? —preguntaron, incrédulos, Ricky y su mamá. Lio contestó, enseguida.

—Malena... —Se dirigió a su esposa con la voz rota por la emoción—. ¿Recuerdas el bambino de quien te hablé, ese que fue como mi hijo y me sacó del pozo de la depresión?

Me sorprendieron las palabras de Lio, creí que se molestaría si volvía a verme, en lugar de eso, él lució aliviado por encontrarme.

—Kevin, ¿dónde has estado?

Luego de la cálida bienvenida, Lio y yo tuvimos una larga charla en la cual me disculpé por huir e incluso le confesé parte del motivo para hacerlo. Él me abrazó fuerte. Dijo que igual podría tramitar la adopción o hasta denunciar al hombre por abandono, maltrato y cantidad de cosas. Sin embargo, me negué, no quería problemas con ese tipo ni con nadie.

Decidí permanecer en el albergue, aunque Lio no se quedó de brazos cruzados, ayudó a mejorar las condiciones del lugar, además, siempre que nos veíamos insistía con el tema de la adopción, también me apuntó a la secundaria con la intención de ponerme al corriente y claro, repitió hasta el cansancio que su casa era la mía; por eso, pasé muchas noches allá, además, Ricky y yo hicimos mucha pega desde que nos conocimos.

Por primera vez, en años, me sentí parte de una familia real con un hermano estupendo, un papá que sí me quería y una amorosa, pero alocada madre embarazada de gemelos con muchos antojos por cumplir.

En fin, así transcurrió el tiempo, los mellizos nacieron, Malena decidió honrar su amor por el anime Sailor Moon, bautizando a sus pequeños como Luna y Artemis; lo cual resultó demasiado gracioso, aunque ya Ricky me había contado antes que su nombre se debe al cantante favorito de su madre. Fuera de mi nueva familia, seguí sin forjar lazos con alguna persona. Tenía algunos amigos o no sé si podría llamarles así, ya que compartimos risas, juegos y bromas, pero el único en quien podía hallar una suerte de refugio era Ricky.

Me apunté al gimnasio porque quería ser más fuerte, lo que puso la atención de las personas sobre mí, más de lo que la tuve siempre y odié eso, sentí que querían un trozo del niño lindo. Aun así, conforme crecía, empecé a salir en citas con chicas o chicos; nunca conecté con alguna de esas personas y me aseguré desde el principio de dejar en claro mi incapacidad para construir algo serio, pero necesitaba del sexo para regularme, lo descubrí cuando empecé a practicarlo por cuenta propia, sin algún maldito que me forzara a complacerlo o aquel viejo deseo de molestar a R. Éramos solo mi pareja de turno y yo, disfrutando del banal momento.

En muchas ocasiones acompañé a Lio hacia Murano, le gustaba mostrarme proyectos y pedir mi opinión en algunos también. Para todos, yo era su hijo; fue justo eso lo que puso la atención de Cory en mí. Lo conocí durante una gala otoñal en Renacer a la cual asistimos y me pareció un tipo bastante peculiar, con un estilo demasiado excéntrico, pero carismático y dado al público. Jamás imaginé que aquel encuentro fortuito propiciaría, más tarde, un nuevo enfrentamiento con las sombras del pasado.

No había transcurrido un mes desde la llegada del año nuevo en dos mil diecinueve, cuando el enano, vestido bastante casual para su típico estilo extravagante, apareció en casa de Lio, acompañado por su prometido y un policía que posteriormente conocí como Capitán Raynolds, uno de los aliados de Cory en la investigación.

—Murano —le dijo el enano aquel día a Lio desde la entrada. Ricky y yo jugábamos en el salón y por la breve mirada que me lanzó, sentí una sacudida en el pecho—, ¿podemos conversar con tu hijo, Kevin?

Entre sombras y sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora