Prólogo

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Las gotas de lluvia repiqueteaban contra los grandes ventanales del palacio de Neptuno, mientras que dentro de salón principal la orquesta interpretaba un alegre vals que mantenía entretenidas a las parejas en la pista de baile. El ambiente festivo se vio interrumpido cuando repentinamente, un mensajero vestido con una armadura de plata, cubierto con una larga capa negra de la cual escurría agua, entregó al consejero del rey un pergamino sellado con el símbolo del reino de Saturno en él. Inmediatamente se dio aviso al rey y éste, junto con algunos de sus hombres de confianza, se dirigieron a la sala de reuniones, mientras la fiesta continuaba en el salón.

Tras una acotada conversación el rey concluyó­­­— Es la ocasión perfecta. Nos desharemos de esa niña molesta y esta familia volverá a estar en paz. Al mismo tiempo, nos ganaremos el favor de la realeza de Saturno, eso nos beneficiará mientras continuemos en conflicto con el reino de Urano.

—Así es, majestad. Como le sugerí, es el plan perfecto para lograr ambos objetivos —comentó el consejero real, orgulloso de si mismo—. Dudo mucho que desde Urano quieran enviar a alguno de sus hijos a esta guerra civil y arriesgarse a perder a sus herederos.

—Muy bien, está decidido. Enviaremos a Michiru junto con un pequeño ejercito allí y si no muere por el enemigo, entonces algún asesino infiltrado lo hará y parecerá que murió defendiendo el reino vecino. Sin duda, el rey de Saturno nos compensará dándonos su apoyo por aquel sacrificio.



Palacio de Urano

—¡No! ya dije que no —gruñó el rey de Urano, con fastidio ante tanta insistencia.

—¿Por qué no? será genial poder demostrar mis habilidades —dijo la joven princesa mientras caminaba rápidamente detrás de su padre, siguiéndole el paso para obligarlo a escucharla— ¿No confías en mí? Puedo hacerlo mejor que Cal y lo sabes.

El rey se detuvo de pronto y se dio vuelta para clavar sus penetrantes ojos oscuros en los de su hija, esperando que entendiera que no cambiaría de opinión— NO, no irás. Calidno, tu hermano, es el heredero al trono y una victoria en una guerra hará que el pueblo lo vea como un héroe, así confiarán más en él cuando llegue su momento de ocupar mi lugar —tras ver la desilusión en el rostro de su hija, él suavizó el tono de su voz y apoyó ambas manos en los hombros de la joven—. Eres una princesa, compórtate como tal. Naciste con las habilidades de nuestros antecesores y lamentablemente pueden llevarte de mi lado para cumplir con el deber de una sailor senshi, exiliada en los confines de nuestro reino. Haruka, no podré soportar que te alejen de mí. Olvida esa guerra, nadie debe saber que tienes estos poderes.

Ella meditó un momento mientras miraba el suelo— Puedo fallar en las pruebas si me obligan a participar de esa estúpida competencia —resolvió volviendo a mirarlo, mientras se llevaba detrás de la oreja un mechón de su largo cabello rubio.

El rey soltó un suspiro de resignación— Eres tan terca como tu madre, ve a descansar. —se despidió de su hija y se alejó por el largo pasillo del palacio hasta perderse de vista.

Lazos lunares de plata y cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora