Capítulo 3: Prisionera

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Bosque de Beli, Saturno

El joven capitán sonrió al notar la preocupación en el rostro de la princesa.

—¿Qué te parece gracioso? —preguntó Michiru, intentando ocultar que estaba molesta.

—Nada —rio él y se recogió el largo cabello negro en una coleta a la altura de la nuca, dejando su extenso flequillo caer hacia ambos lados de su rostro.

—Cardan... —lo nombró con un tono ligeramente amenazante, al mismo tiempo que se cruzó de brazos.

—Estamos solos, puedes llamarme Elliot —le recordó con una sonrisa relajada.

—¿Vas a apoyarme sí o no, Cardan?­­ —­le insistió seriamente.

Él dejó escapar un suspiro y meditó un momento antes de responder. Ella observó una vez más el relieve que se formaba debajo de su ropa, cerca de sus costillas, debido al vendaje que le habían hecho. Afortunadamente, aquello no fue una lesión grave.

—Es arriesgado, pero al mismo tiempo... —dijo mientras apoyó su espalda en el tronco del árbol que estaba detrás de él— Si no lo intentas tu padre buscará la manera de eliminarte. Esto no me gusta, pero si no podemos hacer nada más, te apoyaré.

—Bien, ganaremos mañana y regresaremos a Neptuno —aseguró y retrocedió para tomar distancia de él de manera instintiva, cuando percibió que se había acercado sólo un poco más a ella—. Descansa —aquella despedida sonó como una orden y él se quedó allí observando como se marchaba, con una leve sonrisa en los labios.

En el horizonte, el cielo comenzaba a tomar una tonalidad morada, señalando que el alba se acercaba. Los lideres del ejercito de Urano se reunieron cerca de una de las fogatas del campamento, junto con su princesa, para discutir los detalles que les permitieran tomar la capital y asediar el palacio real. Compartieron los mapas y debatieron sobre la forma más efectiva, rápida y que evitara que tuvieran gran cantidad de bajas. Lamentablemente, ninguna de sus opciones abarcaba las tres posibilidades.

El sonido de cascos de caballos resonando en medio del bosque, aproximándose a ellos los puso en alerta y enseguida todos allí tomaron las armas. La princesa de Neptuno salió de su carpa y se quedó al capitán Cardan y su segundo al mando, sir Kullant.

Los soldados de Urano formaron una barrera con sus escudos y prepararon las lanzas para impedirle el paso al campamento a aquellos desconocidos. La princesa Haruka había desenvainado su espada y se ubicó detrás de la barrera, lista para luchar.

A medida que el sonido de los cascos se hizo más cercano, también se hizo más lento hasta apagarse. Entonces, fue el tintineo tenue y brillante de armaduras moviéndose lo que se oyó desde la oscuridad del bosque.

—Identifíquense —ordenó Haruka.

—Somos aliados, soldados del ejército, leales al legitimo rey de Saturno —respondió la voz autoritaria y femenina que estaba al mando de los recién llegados.

—Está bien, abran la barrera —ordenó Haruka y comenzó a acercarse, mientras la mujer que había respondido hizo lo mismo.

Los pocos soldados de Neptuno y su líder se quedaron detrás de la barrera, a una distancia prudente para poder ver lo que ocurría sin arriesgar la vida de su princesa.

—¿Qué está haciendo? ¿va a confiar en ellos sólo por lo que dijeron? —preguntó indignada Michiru a Cardan, quien arqueó una ceja sin dejar de estudiar con la mirada a la princesa de Urano.

—Aún no soltó su espada —observó el capitán —, quizás no es tan inocente... o está muy segura de su propia fuerza.

—Si es el caso, entonces es demasiado imprudente. —opinó Michiru y se colocó un pequeño cristal negro en el bolsillo de su pantalón.

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⏰ Última actualización: Oct 27 ⏰

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