II.

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Satanás también hacía repentinos viajes al mundo mortal, adoptando su forma más humana para mezclarse entre ellos. Jamás supe qué cosas hacía allá arriba, en ocasiones lo acompañaba, pero otras veces no me lo permitía. Un día decidí aventurarme por el mundo mortal, en busca de humanos con los cuales divertirme, esa vez no adopté mi forma original, no vagué en el que los humanos conocen como el plano astral. Como mi padre había hecho tomé mi forma más humana, aquella que tenía la piel pálida, mis cabellos largos rubios claros con un leve toque negro, un humano que era alto y hermoso, la misma apariencia que tengo ahora, a excepción del color negro en mí cabello, por la falta del poder que les mencioné antes, el que provenía de mi interior. Esa apariencia es la que siempre he llevado conmigo excepto la veces que poseía cuerpos y la vez que reencarné en este mundo como un humano mitad demonio nacido de una mujer pura. 

En el mundo mortal debía disfrazarme, así que mi mejor disfraz fue ser el hijo de un distinguido rey de Inglaterra que había fallecido, convirtiéndome yo en rey, tuve que crear un nombre, un apellido, información falsa de esa familia inexistente, pero lo hice, tuve mi propio castillo, servidumbre, me veneraban. Siempre que llegaba a la Tierra me mezclaba a la perfección con los humanos, aparentando ser uno más de ellos, uno que los mataba sin piedad en cada oportunidad que tenía. Incluso, ese ser con el que me había relacionado, ese ser que llegó a mí me acompañaba en mis visitas a la Tierra, también disfrazado de un grande y hermoso dálmata de ojos amarillos. Era un humano respetado en esa época, nadie sabía lo que realmente era, y tampoco es que mantuviera un perfil bajo, todo lo contrario, pero era tan astuto que nadie jamás sospechó nada de mí.
Recuerdo perfectamente, fue en una fiesta de sociedad donde la vi, era la inauguración de unos de los teatros que se volverían más famosos en el país, yo fui un invitado exclusivo, llegué con un traje aterciopelado de colores amarillos y negros en mi carruaje hecho completamente de oro. Entré a esa fiesta y lo primero que mis ojos captaron fue a ella, lo primero que me dejó asombrado fue su extrema similitud conmigo, sus cabellos rubios claros, su piel pálida, sus rasgos, y sus ojos… Tal como los míos. Ignoré por completo a las personas que me hablaban, todo lo que me rodeaba, excepto a ella.

Simplemente me acerqué a ella, fue como estar hipnotizado.

—¿Me concede esta pieza? —recuerdo que pregunté, mientras la música instrumental comenzaba a resonar de fondo, ni siquiera le saludé, fui completamente directo.

Ella hablaba con alguien, pero dejó de hacerlo cuando yo pronuncié palabra, cuando me vio noté en su mirada extrañeza, miró mi rostro, lo estudió tan exhaustivamente que supe que se sentía totalmente intrigada por nuestra similitud.

—Por supuesto.

Fue lo único que dijo, el hombre con el que hablaba carraspeó, pero ella lo ignoró, yo extendí mi mano para que ella la tomara, y así lo hizo mientras comenzábamos a caminar directo a la pista, nuestras manos se entrelazaron, ella tomó mi hombro y yo cautelosamente su cintura, y empezamos a movernos de un lado a otro, de adelante hacia atrás al ritmo de la música.

—Hay algo que me impulsa a no dejar de verte, es tan extraño, nuestra apariencia, es como ver una versión distinta de mí. —confesó ella.

—Puedo asegurarte que el sentimiento es mutuo, nadie en esta sala había despertado tanta intriga en mí como lo has hecho tú, mejor dicho, nadie había despertado algo igual en mí antes.

—¿Por qué será?, siento, es como… si dentro de ti hubiera una parte que ya conozco, que se me hace familiar, ¿sientes lo mismo?, ¿o es que acaso estoy a punto de perder la poca cordura que me queda?

—También te me haces familiar. Puedo decir incluso, conocida, pero es raro, si jamás te había visto.

—Quizás, no es coincidencia el haber coincidido en este mismo lugar, es como si algo quisiera que nos encontráramos, aquí y hoy.

Las cartas de Amon. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora