O1;; Zizania

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Era un esplendido día en la catedral.

El cielo despejado, los pájaros cantando, los huérfanos de aquí para allá, el obispo atendiendo sus rezos y él, como todos los domingos, se encontraba en el confesionario en la catedral luego de la misa.

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Husk no se quejaba del trabajo que tenía.

¿Honestamente? Era mejor que no hacer nada.

Sus padres desde muy joven le insistieron que ocupara su vida en algo productivo, así que desde la niñez asistió a seminarios, estudió teología y filosofía hasta el cansancio, hizo servicio diaconál y finalmente, terminó como sacerdote de un pueblo en el que sus habitantes ni siquiera sabían rezar.

Fue una tarea difícil en un principio.

Reacios, los pueblerinos lo trataban con indignidad y hacían todo lo posible para que se fuera.

Pero no podía, no si uno de sus superiores no lo ordenaba.

Hasta entonces tuvo que lidiar con ese problema él solo junto a su inexperiencia pero, lo logró.

Luego de meses de interminables labores sociales, humillaciones, insultos y miradas de rechazo, la gente del pueblo empezó a asistir a las misas con más regularidad y, paulatinamente, todo se volvió parte de la rutina.

Ahora eran fieles feligreses que asistían cada domingo a misa y luego, buscaban la reconciliación con Dios mediante el sacramento de la confesión.

Y aunque muchas veces no fueran cosas graves o de gran relevancia, no le molestaba. Pues solo él sabía la magia que surgía en el silencio sepulcral del extenso altar de la catedral al momento de que el pueblerino de turno se encuentre dejando una carga atrás; un peso menos sobre sus hombros.

Sin embargo, aún habían ciertos reacios que buscaban sacarle de quicio todas las veces que pudieran pero los ignoraba.

Solo él se sentía orgulloso de lo que era capaz de hacer y eso le bastaba.

Porque él era el recordatorio para todos aquellos desesperanzados que la misericordia de Dios era eterna.

Una tenue sonrisa se dibujó en su rostro al pensar que el día de hoy particularmente se le hacía un día muy... Agradable.

Pues aunque no lo pareciera, estaba ansioso incluso.

Y eso se debía a nada más y nada menos a ciertos acontecimientos que han pasado desde la llegada de las nuevas novias –y novios– de Cristo que llegaron el mes pasado al convento al lado de la catedral.

PARADISE IN THE HELL【 𝗛𝘂𝘀𝗸𝗲𝗿𝗥𝗮𝗱𝗶𝗼 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora