O3;; Corrupti Cordis

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Juguetón, rozó su glande en el agujero humedecido por sus propios jugos, terminando por entrar de una sola pero lenta embestida, con el cuidado suficiente de no lastimar al Omega, que tenía un hilo de saliva bajando por su mentón y sus ojos llorosos, perdidos mirando a la nada absoluta.

Dolía.

Mierda, dolía como el Infierno pero se sentía tan...

Tan bien.

Sus paredes vaginales se contrajeron alrededor de la virilidad del más alto, tratando de acostumbrarse mientras que el sacerdote sentía su mente nebulosa perderse en la cálida y apretada sensación de ser tomado casi por completo por el novicio, que entre gimoteos respiraba con fuerza, tratando de recuperar el aliento.

Su vientre bajo, antes plano ahora estaba considerablemente abultado, tanto que el menor casi podía jurar que si se movía podría sentirlo claramente.

Y esa idea, llena de morbo de principio a fin solo avivaban las llamas de su pasión prohibida.

La mano de Husk palpó su pecho, bajando lentamente por su abdomen y terminando en su vientre, acariciando con suavidad.

Una sonrisa surcó los labios del azabache, enternecido con la imagen tan sensual y hasta dulce del jovencito de mechones pelirrojos, que sentía su cuerpo débil y pesado, tan caliente.

—Adorable... —sus dedos delinearon la curva de su cintura y lo amplió de sus caderas, llegando a sus temblorosos muslos gruesos, terminando por colocar las torneadas piernas del más joven sobre sus hombros y así tener mejor acceso a su interior, que con las caricias a su estructura dejaba de estar tan tenso.

El cumplido se escuchó tan lejano para Alastor pero siguió teniendo el mismo impacto, haciéndolo sonreír entre lujuria y satisfacción.

—Padre Husker~ —ronroneó, gemidoso, consumido en la anticipación y el deseo.

Luego meneó levemente sus caderas en demanda, indicando que podía continuar luego de unos minutos, petición que no fue rechazada por el sacerdote, que al poco tiempo empezó a enterrarse aún más en el cuerpo más pequeño, con lentitud y paciencia, degustando las sensaciones que tanto soñó experimentar en compañía del novicio.

Los minutos pasaban y la habitación poco a poco fue impregnándose del potente aroma de ambos, junto a gemidos y gruñidos que eran el coro del constante rechinar de la cama.

Ambos perdidos en un mundo de placer, deseo y pasión.

Una sed propia de sus bajos instintos.

Un mundo del cual no les gustaría salir nunca más.

Su cuerpo tembló, débil y excitado.

Sus manos se aferraron a las sábanas con fuerza y echó la cabeza hacia atrás contra el colchón, derramando pequeñas lágrimas de éxtasis, con su pecho lleno de marcas y mordidas –sobretodo en sus erectos pezones– que subía y bajaba agresivamente. Se sentía perdido, lleno, ligeramente adolorido pero tan satisfecho.

PARADISE IN THE HELL【 𝗛𝘂𝘀𝗸𝗲𝗿𝗥𝗮𝗱𝗶𝗼 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora