Capítulo 4

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- Hombre de 38 años, casado y con 2 hijos – Leí con frustración el documento que me habían entregado cuando llegué a la ciudad. – Nathan tienes que ver esto, sus cuentas están repletas de dinero, ¿Cómo es posible que la gente pueda obtener tanto con tanta facilidad?

Nathan quien estaba ocupado abrochándose sus zapatos dejo su pequeña lucha de lado y se acercó a mi lado a leer el documento conmigo. - ¿Será porque trabaja traficando armas en vez de hacer algo legal?

Alce la mirada confundida - ¿Cómo sabes eso? – Devolví mi vista hacia las hojas buscando algún tipo de información acerca de eso. – No aparece sobre esto aquí.

- Trabaje con él hace dos años, le ayude a limpiar su desastre – Agarro la fotografía del hombre con una mirada sería – Aunque cuando lo conocí me quedo claro que él era el desastre. Según se, su esposa dejó de amarlo y nunca pasa tiempo con sus hijos – Nathan hizo una mueca y dejó la foto a un lado sentándose en una silla.

- Ahora tiene sentido del por qué mi jefe quiere deshacerse de él – Cerré la carpeta y la dejé junto a la foto, al sentarme frente a Nathan logré notar que sus agujetas estaban desatadas y con una pequeña risa alcance uno de sus pies ayudándolo a abrochárselos e hice el mismo gesto con el otro - Es diabético así que planeo darle antipsicóticos.

- Y cuando hagan la autopsia se pensará que fue hiperglucemia debido la dosis – asentí con lentitud dejando su pie en el suelo mientras me volvía a incorporar.

- No quería que se abriera una investigación por su asesinato y leí que suele frecuentar clubs donde venden droga – me relaje en el asiento con un suspiro y miré un punto fijo en alguna parte de la mesa – Podré evitar el coqueteo si solo pongo la medicina en sus tragos.

- Y luego volverás Haling Cove sola – volví a asentir con lentitud – Esa es la parte del plan que no me gusta.

- Ni a mí, pero si tu madre se queda sola no habrá quien la proteja Nathan, así que no te preocupes por mi porque yo estaré bien – lo miré con una sonrisa, esperando a que creyera mis palabras, esperando a que mi corazón también las creyera.

. . .

Incomodidad, era el único sentimiento que podía sentir desde que entre al club. Incomodidad hacía el lugar abarrotado de gente, el olor a cigarro, el suelo lleno de alcohol y lo más importante del estúpido vestido que llevaba puesto, tanto que algunas de mis cicatrices lograban exponerse a la poca luz del lugar. Al investigar descubrí que las meseras llevaban un color distinto dependiendo del día, al llevar puesto ese color podría pasar por una de ellas.

Notaba como las meseras iban de un lado para otro, los palcos con empresarios ricos, la mayor parte de la clientela en el centro bailando las canciones que el dj reproducía y a unos metros de donde yo estaba, estaba el hombre de la fotografía. Parecía relajado, sin saber lo que sus tragos le estaban provocando a su cuerpo.

Al estar un largo rato fingiendo ser su mesera nadie notaba que sacaba pequeños sobres con los antipsicóticos y los mezclaba en su bebida, nadie notaba que se los entregaba, nadie notaba que incluso ya llevaba cuatro vasos de whisky y que si tomaba otro más lo llevaría a su muerte. Nadie.

Al final me largue del lugar al ver las luces de la ambulancia pararse frente al club, escondida en la oscuridad de un callejón observe como se llevaban su cuerpo en una camilla y la gente se abarrotaba en los alrededores para ver que ocurría.

Observe todo hasta que las arcadas llegaron y vomite.

Me senté en el frio suelo del callejón intentando calmar el malestar, había razones para sentirme mal respecto, pero me convencí a mí misma que lo que hice fue parte de mi trabajo y que el hecho de vomitar fue a causa de haber estado en un lugar con tanta gente y con olores extraños.

Un Credo de OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora