La ira fluía por mis venas como un torrente descontrolado, un incendio inextinguible alimentado por la perfección de la noche que acababa de vivir con Tul. El calor de nuestros cuerpos aún resonaba en mi piel, pero la llamada de la realidad me arrancaba de ese éxtasis para enfrentar el crudo mundo exterior.
Mientras me vestía con mi ropa interior y buscaba mis pantalones en el oscuro corredor, noté la mirada confundida de Tul. —¿Quién es? —preguntó, su voz resonando con un eco lejano de la fogosidad compartida.
—Regreso en un momento —le aseguré, apresurándome hacia la puerta. Al abrirla, me encontré con Davikah, quien parecía haber corrido un maratón.
Sin embargo, mi furia, como un huracán imparable, no me permitió pensar con claridad. Cerré la puerta de un golpe y la empujé con fuerza, sintiendo el eco del choque en la antesala de mi furia. Sin meditarlo, puse mis manos en su cuello y apreté ligeramente, una advertencia tangible.
—¿Cómo te atreves a interrumpirme siquiera? —espeté, dejando que mi tono resonara amenazadoramente. Ella tosió, tratando en vano de liberarse de mi agarre.
—Perdona, Mew, pero es una urgencia y tú no respondías —musitó entre jadeos, rompiendo el tenso silencio.
Al soltarla, mi atención se centró en sus palabras.
—¿Qué sucede? —pregunté, ignorando el rastro de tensión que quedaba entre nosotros.
—La mafia japonesa respondió a tu último mensaje. Quemaron dos de nuestras fábricas de fentaminas y mataron a todos los hombres que teníamos adentro —anunció Davikah. Un tsunami de furia y desesperación me invadió ante sus palabras. No era solo la inminencia de una guerra entre las mafias, sino el timing nefasto de los acontecimientos. Ni siquiera había tenido la oportunidad de compartir un momento poscoital con Tul, de explorar la intimidad en la cama, de amanecer a su lado, alimentarlo con afecto y cuidado. Todo eso se desvanecía, eclipsado por la violencia y el caos que se cernían sobre nuestro mundo. Con un suspiro cargado de pesar, me preparé para afrontar la cruda realidad que se extendía frente a mí.
—¡Dile a Jess que encienda el maldito carro, bajo en un segundo! —grité a Davikah, cuya silueta se desvaneció sin más palabras. Mi furia era una llama descontrolada, alimentada por la perfección de la noche que se desmoronaba entre mis manos. Debía enfrentar a Tul, pero la verdad se atascaba en mi garganta como un veneno que amenazaba con ahogarme.
Mis pasos resonaban con un ritmo frenético mientras buscaba mi ropa en el corredor. La chaqueta descansaba indiferente en un sillón, mis zapatos se dispersaban como escombros. Adentrándome en la habitación, hallé a Tul, sentado en la cama, medio vestido, la expectativa en sus ojos ahora opacada por la sombra de mi tormento interior. —¿Está todo bien? —preguntó con una inocencia que solo intensificaba mi propio dolor. Asentí, pero el nudo en mi estómago apretaba con más fuerza.
—Sí, está todo bien. Solo tengo que irme —dije, evitando su mirada. Mi reloj de mano se convirtió en un refugio momentáneo mientras me lo colocaba.
—Perdóname, es una urgencia familiar —añadí, como si la verdad mitigara la traición en mis acciones.
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Mafia en Nueva York [MEWTUL]
RomanceNueva York, la ciudad que nunca duerme, se cernía sobre el horizonte con sus imponentes rascacielos, testigos mudos de las oscuras intrigas que se escondían entre sus calles. En el corazón de la metrópolis, Mew Suppasit reinaba como el jefe indiscut...