-Beatrice recuestate y hazle caso a la doctora
La pequeña niña de ojos grises miraba de forma sombría a su madre ¿Es posible que una niña tan pequeña odie a su madre?
Beatrice desde muy pequeña tuvo un carácter muy peculiar, sus padres incluso la llamaban bicho raro a escondidas ya que era diferente a sus hermanos, de piel blanca como la nieve y ojos grises como una nube tormentosa.
-Tiene ojos muy tristes-dijo la doctora intentando ver más allá de aquella niña
-Ella es así, siempre lo fue
Y la madre no mentía, la pequeña bea era difícil de entender.
La pequeña niña suele contar sus dedos una y otra vez lo hace desde que tiene dos años, lo primero que aprendió fue a contar, lo segundo que aprendió fue a tener esa mueca, sería, ninguna niña de su edad era tan seria.
-No hay caso-dijo su padre muy enfadado-Si no coperas tendremos que internarte Triz
-no creo que las amenazas funcionen señor-dijo la doctora
-Creo que lo mejor va a ser mandarla con Belinda
-No creo que lo recomendable para Beatrice alejarse de ustedes, después de todo la niña no a hecho nada
-Ese es el problema, no hace nada, no habla, ya tiene nueve años explíqueme usted porque lo único que hace es contarse los dedos-dijo su madre histérica
-Entendemos que no este de acuerdo doctora pero no tenemos otra opción, nos vamos Triz, tendremos que preparar las maletas
A aquella niña no le interesaba que sus padres la estén enviando a otro lugar, ella sujeto el bolso con su pequeña mano y tomó el tren rumbo a su nueva vida.
En su nueva vida la esperaba Belinda, su tía, una monja, sus padres eran firmes creyentes de que con Dios de por medio el asunto eventualmente se solucionaría ¿No es dios el que todo lo cura?
Pero lo de Bea era más complicado, ni su tía ni nadie lo entendería, una palabra mal dicha, una biblia tergiversada y aquella chica tendría la mayor confusión de su vida.