En este vasto teatro de la vida, somos los actores de nuestros propios destinos, pero como toda gran obra, cada uno de nosotros está marcado por defectos que actúan como sombras en nuestra existencia. Como los dioses griegos, con sus virtudes y flaquezas, nosotros también estamos tejidos con hilos de luz y oscuridad.
Miremos al poderoso Zeus, cuya soberbia lo llevó a cometer actos de tiranía y desmesura. O la belleza encantadora de Afrodita, que ocultaba su vanidad y manipulación. Incluso el astuto Hermes, con su ingenio sin igual, sucumbió a la trampa de sus propias mentiras y engaños.
En este escenario, ¿Cuál es mi defecto? ¿Soy como el altivo Zeus, dejando que la arrogancia nuble mi juicio? ¿O quizás como Afrodita, envuelto en el velo de mi propia vanidad? Tal vez me identifique más con Hermes, tejedor de engaños y artífice de ilusiones.
No.
Mi defecto radica en mi incapacidad para sentir emociones, como si estuviera sumido en una eterna oscuridad emocional, ajeno al mundo de los sentimientos que rodea a los demás. He vivido mi vida en las sombras, sin experimentar la alegría de un momento feliz o el dolor de una pérdida. Soy un ser sombrío, desconectado de la humanidad que me rodea, incapaz de comprender la profundidad de los vínculos emocionales.
Es posible que no cambie, pero quiero, o eso es lo que intento creer.
Anhelo desafiar a esta dichosa existencia que tiene consigo la etiqueta de "contradicción", porque mi misma existencia es eso, una contradicción. Soy un enigma envuelto en secretos y mentiras, un laberinto sin salida donde las verdades se desvanecen entre las sombras. Cada paso que doy hacia adelante parece llevarme más profundamente hacia el abismo de la indiferencia.
En este mundo de sombras y misterios, mi existencia es una paradoja, una contradicción viviente. Pero incluso en la ausencia de emociones, persiste un anhelo, un anhelo por descifrar el enigma de mi propia naturaleza y encontrar un destello de significado en este vasto y desconcertante universo.
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1 de abril - Lugar: autobús
Mientras el autobús se dirigía hacia la escuela, observé el cambio gradual del paisaje a través de la ventana.
A medida que pasa el tiempo, aumenta el número de pasajeros y, con ello, la cantidad de asientos libres disminuye rápidamente. Ahora, más personas se encuentran de pie, lo que hace que el autobús esté aún más lleno.
La mayoría de los pasajeros llevaban uniformes escolares, y mientras observaba, noté algo particular: una variedad sorprendente de colores de cabello entre ellos, desde morado hasta rojo, pasando por rubio y marrón. En otros países, como los de América Latina en vías de desarrollo, es común que la mayoría de las personas tengan cabello negro.
