04.- 𝕮𝖎𝖊𝖌𝖔𝖘 𝖉𝖊 𝖈𝖔𝖗𝖆𝖟ó𝖓

436 43 29
                                    

𝕸𝖆𝖘𝖙𝖊𝖗 𝖔𝖋 𝖑𝖎𝖊𝖘

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-/Lugar: Estadio de la escuela - Enfrentamiento amistoso/

El balón rodaba a mis pies, y yo avanzaba por la cancha con una tranquilidad casi aburrida. El sol de mediodía pegaba fuerte, pero no lograba penetrar la burbuja de indiferencia en la que me encontraba. 

Cada toque, cada drible, eran movimientos automáticos, casi sin esfuerzo consciente.

Continuó mientras amago a un defensor con un quiebre rápido a la derecha. Sentí su presencia, su desesperación por detenerme, pero para mí, todo era un trámite más.

El segundo defensor se lanzó a por el balón. Con un toque hábil de mi pie derecho, lo evité sin dificultad. Mi cuerpo respondía perfectamente, como siempre, pero mi mente estaba en otro lugar. 

Me acercaba al área, escaneando el campo sin mucha emoción. "¿A quién debería?", me pregunté, más por costumbre que por verdadera preocupación. Vi a mi compañero en una posición ideal.

Con un movimiento preciso, envié el balón hacia él, atravesando la defensa contraria con facilidad. 

El disparo fue rápido, directo al fondo de la red.

¡GOL!

¡GOL!

Mis compañeros se lanzaron hacia Hirata, abrazándolo y levantándolo en el aire. Las gradas estallaron en un grito ensordecedor, vibrando con el eco de su nombre.

"¡GOLLLL!¡HIRATAAA!"

"HIRATA, ¡PONE EL 1-0 EN EL MARCADOR!"

"¡HIRATA! ¡HIRATA!" coreaba la multitud, una y otra vez. Miré la escena con una mezcla de resignación y vacío. 

Yo había hecho casi toda la jugada, pero era él quien recibía toda la gloria.

Hirata sonreía y saludaba a la multitud. Era popular por inercia, como si todo le llegara sin esfuerzo. Mis piernas habían llevado el balón hasta el área, mi mente había leído el juego y ejecutado el pase perfecto, pero en el momento crucial, la atención se desviaba. 

Nadie coreaba mi nombre. 

Todo este esfuerzo, esta dedicación silenciosa, para que al final otros se lleven los aplausos.

Caminé hacia ellos lentamente, sin prisa por unirme a la celebración. El entrenador, los jugadores, incluso los aficionados, todos volcaban su atención hacia él. Yo era solo una sombra, un facilitador, un nombre menos importante en el marcador.

"Buen pase, eh", me dijo un Senpai, dándome una palmada en la espalda antes de correr hacia Hirata. Asentí con una levemente, pero por dentro, la indiferencia seguía arraigada.

Mientras volvía a mi posición para reanudar el juego, miré a Hirata. Era mi compañero, y me alegraba por él, pero no podía negar el sentimiento de invisibilidad que me invadía.

Bueno, si somos sinceros, no me importaba realmente quién se llevase el protagonismo. 

Pensé en cómo, a lo largo de la historia, siempre ha sido así. Los que meten el gol son los que reciben el reconocimiento, al igual que los que publicaron los escritos de otros más rápido se llevaron los créditos, dejando en la sombra a los verdaderos autores. 

𝕷𝖔𝖛𝖊 𝖇𝖆𝖘𝖊𝖉 𝖔𝖓 𝖑𝖎𝖊𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora