05. Reencuentros

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Alana había aprovechado los días libres que tenía de la universidad para hacer un viaje

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Alana había aprovechado los días libres que tenía de la universidad para hacer un viaje. La brasileña tenía el alma de turista, siempre le gustaba recorrer ciudades y conocer sus costumbres. Y aunque esta vez había decidido ir a un lugar que ya conocía, todavía le emocionaba ir a Francia. No era por los monumentos, la torre Eiffel o por los parisinos. Alana creía que Paris era un destino un poco feo, porque estaba lleno de ratas y plagas, y si tenía que elegir algún lugar de Francia sería algún pueblito o un lugar menos sucio. Aún así, no iba por el atractivo turístico, iba por su hermano. Extrañaba muchísimo a Ney, desde año nuevo que no lo veía en persona y quería tener a su hermano cerca.

Siempre que su vida resultaba rara y tediosa, se acercaba todavía más a su familia. Su hermano mayor tenía los pies sobre la tierra y la escuchaba cuando más lo necesitaba. Él era la persona que más la comprendía en ese mundo y lo necesitaba todavía más ahora que su vida estaba complicada. Y la palabra «complicada» era quedarse corto.

Todavía no le había dado ninguna respuesta a Erling y el noruego no había insistido. Phil era el único que le mandó mensajes en esos días y al parecer estaba ajeno a lo que sucedía con ellos. No estaba enterado de la propuesta del príncipe noruego y mucho menos de la negativa por parte de Alana. Era mejor así, prefería que nadie se metiera en la situación.

Señorita, ya estamos por llegar.— la castaña se removió de su lugar, un poco adormecida por el cansancio del vuelo. Le agradeció a la azafata y se colocó de vuelta el cinturón de seguridad en su lugar.

Por las ventanas vio el paisaje, Francia se veía gigante a la distancia. Tuvo un poco de nostalgia momentánea, porque últimamente se sentía un poco rara. Sentía que no tenía un lugar fijo en el mundo. Brasil era su país, España había sido su infancia, mientras que Argentina era su segunda casa (gracias a Leo). Inglaterra era su presente, un lugar en el que se había instalado para recuperar y obtener independencia. Pese a tener tanto recorrido por el mundo, todavía no sentía ningún país como su verdadera casa. O al menos, en esos momentos en los que estaba varada en un avión, de camino a otro lugar, que se daba cuenta de lo sola que se sentía.

Se sentía sola, muy sola.

Alana se pasó una mano por la cara, tratando de recuperar la postura. Iba a ver a su hermano mayor y todo iba a ser mejor. Iba a tener a Ney para que la abrace y le diga que todo está bien. Porque todo estaba bien, puede que la prensa estuviese sobre ella, Erling la odiara y aún así, necesitaba de ella, y Phil estaba metido en el medio de todo; aún así, todo podía ser solucionado. Había cosas peores.

El avión aterrizó unos minutos después y entre todo el ajetreo de bajar, buscar sus valijas y salir, pasó casi media hora. Le había mandado mensajes a Ney, pero cuando lo vio parado en medio del aeropuerto, se sorprendió de que estuviera ahí. Sí, Ney estaba usando unos lentes de sol, un buzo grande y un barbijo, pero ella estaba 100% segura que era él. Era el único que usaba ese mismo buzo que ella le había regalado en navidad y lo tenía puesto en ese momento.

Blank Space ⋆ Erling HaalandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora