EVA

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Durante las vacaciones, fui a visitar la casa que alguna vez fue de mi amigo Demian y de su madre. Pude ver a una mujer grande caminar tranquilamente por el jardín. Me acerqué a ella, y me dijo que la casa le pertenecía. Recordaba perfectamente a la madre de Demian y a él, pero desconocía el lugar al que habían ido a vivir. Al ver mi enorme interés por localizarlo, la anciana amablemente me invitó al interior de la casa. Me llevó a la sala y me mostró un enorme libro donde guardaba una fotografía de la madre de Demian. Difícilmente la recordaba, pero al observar la fotografía casi caigo desmayado. ¡Era la imagen de mis sueños! La madre de Demian era la mujer que aparecía constantemente en mis sueños; su porte era delgado, un poco masculino, su cara bella y atractiva, demonio y madre, destino y amada. ¡Era ella!

Una salvaje emoción recorrió todo mi cuerpo al saber que la imagen de mis sueños estaba en la tierra, viva y real. ¡La mujer de mis destinos existía! ¿Dónde podría encontrarla? ¡Era la madre de Demian!

No tardé muchos días en iniciar mi viaje. ¡Vaya viaje! Iba sin descansar de un lugar a otro, siempre guiado por mi inspiración y con la única idea de encontrar a esa mujer. Tenía días en los que veía constantemente figuras que me recordaban a la madre de Demian; muchas veces seguí a mujeres parecidas por las calles de ciudades nuevas para mí pensando que eran ella. Otros días, sentía que no tenía caso alguno la búsqueda y que sería imposible encontrarla, así que me sentaba en un parque y me hundía en mis pensamientos tratando de verla nuevamente. Sin embargo, poco a poco, la imagen fue perdiendo fuerza y se iba haciendo borrosa. Durante las noches no podía dormir, y sólo lograba dormir unos cuantos minutos mientras viajaba en tren. Una ocasión que llegué a Zurich, una bella mujer de cascos ligeros trató de charlar conmigo un momento. No le puse atención, agaché la cabeza y segui caminando como si ella no estuviera ahí. Hubiera preferido la muerte antes de mostrar cierto interés en una mujer que no era la que yo buscaba, aunque sólo fueran unos cuantos segundos.

Sentía que mi destino me jalaba; presentía que el encuentro estaba cercano y me volvía loco viendo que aún no era cierto mi mágico encuentro. Otra ocasión, en una estación de tren —me parece ser que en Innsbruck—, vi por la ventanilla del tren a una mujer muy parecida a la madre de Demian, pero al darme cuenta que no era ella, me hundí en una tremenda depresión. Una noche, apareció nuevamente la imagen en mis sueños, pero al despertar, me sentí sumamente avergonzado de lo que estaba tratando de hacer, así que opté por regresar a casa.

Dos semanas después de mi regreso, inicié mis estudios en la Universidad de H. Me sentía defraudado por la imagen de mis sueños. El curso de Historia de Filosofía era muy simple y vulgar, gar, al al igual que toda le que asistía a esa Universidad. Todo era predecible; todo seguía gente un patrón establecido; todos los estudiantes hacían las mismas cosas y los rostros juveniles y alegres de todos los compañeros tenían una expresión vacía e impersonal. Yo gozaba mi libertad; trataba a de llevar una vida tranquila y ordenada en una pequeña casa de la ciudad. En la mesa de mi casa tenía un par de volúmenes de Nietzsche. Él era con el único que vivía; lograba entender su soledad, veía claramente el destino que lo empujaba sin descanso, sufría y me alegraba de cualquier cosa que le pasara, pero sobre todo me sentía dichoso de que alguien había tomado la senda correcta y había terminado su trayecto.

Durante el otoño, caminaba por las calles de la ciudad y escuché los cantos estudiantiles en una de las tabernas. Por las ventanas del lugar salía demasiado humo de cigarrillos, risas y voces embriagadas por el vino.

Más adelante, en otra taberna más grande, también pude escuchar la alegría juvenil que invadía el lugar. Por cualquier parte de la ciudad estaba presente la comunidad, el sentido gregario, el rechazo hacia el destino y el escondite del rebaño.

Seguí con mi recorrido pensando en todo ello, pero de repente pude ver cómo dos personas me rebasaban y parte de lo que iban platicando llegó a mis oídos involuntariamente:

DEMIAN // HERMANN HESSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora