El Maratón

6

Cuando River terminó de hacerlo todo corriendo, se agachó para acariciar a Asterisco.

—Adiós gatito—le puso un cuenco de comida—. Hasta lueeeeego.

Y salió de la casa con su mochila negra a la espalda.

Cuando salió de su edificio, se sentó en la parada del autobús. Al final, con tanta prisa, había llegado antes que el bus. Se cerró la cremallera del abrigo blanco y acolchado que llevaba mientras esperaba. Los inviernos en Orlando eran increíblemente fríos.

El bus llegó dos minutos después, y diez minutos después se paró en su parada.

River salió del autobús y caminó tal y como había aprendido a hacer desde el instituto, con seguridad: cabeza alta, espalda recta, pasos rápidos y zancadas largas, como si todo fuera suyo.

Si no hubiese hecho eso en el instituto, se la hubieran comido viva. Ella seguía haciéndolo porque le hacía sentir bien, segura, le subía la autoestima.

Al llegar a las escaleras de la universidad, sacó el móvil y les mandó un mensaje a Lauren, Olivia y Harper.

Le contestaron casi al instante: llegaban tarde, todas menos Lauren, ella siempre puntual, siempre perfecta. River la quería mucho, pero a veces le fastidiaba un poco no ser tan perfecta como ella en todo: siempre vestía espectacular, con lo que estaba de moda, siempre con su pelo rubio limpio y liso por naturaleza, siempre llegaba puntual, todas sus notas eran de ocho para arriba, era guapísima incluso sin maquillaje...

Y en cambio, River se levantaba a las tres de la mañana y se acostaba a las siete y media—tres días a la semana—, iba a la universidad de siete y media a tres y luego se metía en su casa toda la tarde a estudiar, menos cuando entrenaba por la tarde. Y se lavaba el pelo todos los días, pero Lauren sin esfuerzo conseguía tenerlo siempre mejor que ella.

Era algo que la irritaba bastante, a pesar de que Lauren era una de sus mejores amigas.

Al poco se encontró con ella, que estaba ya dentro de la universidad y ahora bajaba las escaleras.