Delilah

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Ocho de diciembre.

Cada año, el campamento Wexler, abre sus puertas para recibir a los campistas durante la mañana del ocho de diciembre, y ese día por la noche hacen una bienvenida en la que decoran un árbol por la navidad que se acerca. Solo una parte de ellos llega para este día, los demás lo hacen el dos de enero, para el evento oficial de apertura. Los que se quedan desde el principio, tienen la opción de irse a sus casas para pasar las fiestas o quedarse en el campamento. En este lapso, los que están, preparan sus actos para el gran show que se aproxima, a modo de bienvenida para los demás, e inicio de las actividades oficiales.

A lo largo del día, fue terminándose de decorar el árbol navideño del campamento. Cuando empezó a caer el sol, fueron acercándose los campistas, con sus tradicionales velas, para contemplar la obra finalizada. Christian Ellis, dueño del campamento, dio la bienvenida a los presentes, y dio comienzo a esa especie de ceremonia.

Matías estaba solo. Sus amigos de cada verano llegarían dentro de varios días. Él siempre fue a este campamento, así que conocía a la mayoría de los campistas frecuentes, pero no se sentía del todo cómodo. Algunas chicas nuevas y menores lo invitaron a ir con ellas, pero volvió a sentirse fuera de lugar. Prefirió quedarse así por un rato.

Delilah estaba con las Villalba, aunque deseaba desde lo más profundo de su ser, estar sola. Ninguna de las mellizas mostraba intenciones de soltar a su vieja amiga tras recibir la noticia que cambiaba sus vidas, pero ella se mantenía inexpresiva. Hasta que algo cambió todo.

Matías la vio. Dudó, pero cuando hicieron contacto visual, supo que era ella. De repente, el mundo pasó a segundo plano.

Delilah casi sin querer, dirigió su mirada en una dirección indefinida, y lo vio a él. Él estaba mirándola.

-Perdón -les susurró a sus acompañantes, para luego irse y perderse entre la gente y los árboles.

Algo dentro de Matías, lo hizo ir tras ella.

Aunque ya era tarde.