Los oráculos de los dioses

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Partamos de una realidad que muchos no quieren aceptar y es lapluralidad y la gran diversidad que existe en las maneras y formasen las que las personas pueden ser incorporadas o incluidas eneste mundo sobrenatural. En algunas culturas antiguas, muchoantes de la era del cristianismo, ya existían las figuras de los videntes o personas dotadas con el poder de los dioses para sabercosas que nadie sabía, misterios que nadie entendía y aun definirel porvenir de las naciones y de los reinos o de las mismas civilizaciones que ya están perdidas en el tiempo.Estos son los mismos que se llegaron a conocer en diversasculturas y según las creencias de cada época y lugar, como videntes, adivinos, magos, hechiceros, mentalistas, agoreros, y brujos.Para las nuevas religiones que llegaron prácticamente a lo último—me refiero al judaísmo y cristianismo— estos poderes se asociaron, al igual que las demás previas culturas, a la divinidad,quien les otorgaba el poder de ver, oír, saber y hablar de parte delos dioses (elohim) —o de parte del Espíritu Santo, para la recientecreencia del cristianismo. 

El cristianismo primitivo en alguna manera, al igual que el judaísmo, comprendía a cabalidad este tema de la revelación y de  la provisión de las manifestaciones supernaturales, siempre asociándolas a las realidades de su fe personal y colectiva. Para losunos era la elección hecha por elohim para que alguien pudiera sersu mensajero o portavoz o vehículo con los mortales, y siemprelo entendieron como una honra y a la vez como el peor de losoficios que un mortal pudiera tener. Usualmente se veía a estospersonajes lejos de todo lo que significara vanidad o humanidad. 

Por lo general siempre andaban solos y distantes de los pueblosy de las ciudades, puesto que su poder recibido los excluía delresto del mundo que les temía y aborrecía pero que a la vez nopodía vivir sin sus palabras, guías o consejos, ya que de hecho,aceptaban que los dioses hablaban por medio de sus vidas.Así sucedió en el judaísmo, en el cristianismo, y de la mismamanera en todas las culturas previas que tenían los mismos personajes en medio de ellos. Los persas, los asirios, los babilonios,los egipcios, los sumerios, los mayas, aztecas, los incas, los aborígenes australianos con más de 75 mil años de antigüedad y loshabitantes originarios de la polinesia, que bien podrían ser losmás antiguos en cuanto a civilización avanzada; todos tenían esteperfil en algunos de los miembros de sus comunidades, quienesse convertían en el elemento de comunicación entre los dioses ylos humanos comunes. 

Menciono esto ahora para dejar claro que el perfil de un emisario de Dios o de los dioses (elohim) no es en absoluto una categoría especial de los judíos ni de los cristianos, sino que, por elcontrario, apenas estas últimas culturas entran en escena hacemenos de 5 mil y 2 mil años respectivamente, con la creencia enestos personajes que los reciben o niegan en nombre de los dioses (elohim); es decir, las religiones más jóvenes en creer en ellosson el judaísmo y el cristianismo.Dije al inicio que mi deseo era ampliar la visión que pudierastener sobre este tema y estos personajes. Con esto prosigo, anotando que los profetas no son exclusivos del judaísmo ni delcristianismo, sino que son las últimas religiones tradicionalmenteaceptadas que creen en la existencia de ellos, dejando de una vezpor sentado que todos los que no son de sus religiones respectivas son falsos profetas. Su punto es destruir cualquier reverencia,respeto o temor que sus miembros puedan tener sobre alguienque no sea de su cultura o religión, y categorizan su mensaje yvidas como paganas y los reducen a seguidores de demonios, sólo parano entrar en debates con ellos ni tener que aclarar posturas; todolo que no sea de ellos es malo. 

De cierta manera, el cristianismo retiene respeto en algunasmaneras con los profetas del judaísmo los cuales, según su propiacreencia, ya desaparecieron de la tierra, y que para la mayoría delos creyentes y seguidores del cristianismo también dejaron deexistir. Aun así, respetan los dichos y las palabras que estos dijeron en la antigüedad, aunque sea de manera superficial, ya que nosiguen sus consejos ni enseñanzas de manera alguna; así, el respeto y la reverencia son sólo una fachada más de estas religionesque no permanecen en las palabras de los propios profetas deellos.Para el judaísmo, el profeta más grande de la historia de lahumanidad fue Moisés, aunque la formación de esta religión nosupera los 4.500 años; y para los cristianos, el profeta más grandefue Juan el bautista, quien anunció y presentó al Mesías al mundo,eso hace poco menos de 2 mil años. Sin embargo, ambas religiones ignoran voluntariamente más de 70 mil años previos de historia en los que los dioses (elohim) interactuaron con la humanidad de una manera directa y única cada vez. 

Profetas, el llamado de la sangre, Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora