Capítulo 6

16 3 0
                                    


Wes no sabía exactamente qué día (o semana) era. Podía ser un lunes en la mañana, tal vez un jueves en la noche o un domingo por la tarde, pero eso fue de menos; lo único que sabía era que aquel día estaba libre del entrenamiento infernal de Skulker.

Pero, en lugar de disfrutar aquel día libre como debería, Wes se encontró ansioso.

Una cosa que aprendió Wes a los pocos días de estar bajo las garras de Vlad fue que este último tiene una asombrosa habilidad para cocinar.

No solo Vlad le cocinó a lo largo de los días un sin fin de platillos sumamente deliciosos hasta el punto de hacerle creer que estaba en un restaurante de cinco estrellas, sino que también se tomó la molestia de preguntarle personalmente sobre sus platillos favoritos para poder prepararlos cuando creía que merecía ser premiado. Era más que obvio que Vlad ya conocía varios de sus gustos culinarios, pero... por alguna razón, Wes no le molestó eso; al contrario, no pudo evitar sentirse feliz ( amado ) por el interés que mostró el halfa hacia un adolescente olvidado como él.

No debería encariñarse con el enemigo.

No después de todo el dolor y la angustia que le causó.

Pero no podía evitarlo.

Síndrome de Estocolmo. La primera vez que Wes descubrió lo que era, él no pudo evitar bufar mientras despotricaba verbalmente al protagonista de la lectura que había estado leyendo en ese entonces.

¿Por qué el protagonista terminó anhelando su captor? ¿Por qué no podía ver el daño que este mismo le estaba causando? ¿Por qué comenzó a aceptar los ideales del otro cuando en un principio los aborrecía de pies a cabeza?

Wes nunca entendió el porqué aquel personaje ficticio se dejó manipular tan fácilmente hasta el punto de que no podía vivir sin su captor una vez que fue liberado, pero ahora que estaba en una situación similar... lo entendió.

No importaba si Vlad lo alejó de su libertad, tampoco importó que fuera el causante de sus actuales pesadillas; él era el único humano con el que llegaba a interactuar en sus momentos libres cuando no estaba siendo entrenado hasta el agotamiento o era zambullido en ectoplasma.

Vlad era un hombre ocupado. Es, después de todo, dueño de múltiples empresas corporativas y actual alcalde de su ciudad. Él más que nadie tiene motivos para estar ocupado. Pero, aparentemente, prefería pasar su tiempo con él, un simple adolescente olvidado y enjaulado.

En un principio fue molesto tener que ver aquel hombre casi a diario, pero ahora, después de varios días sin tener a alguien más con quien hablar, Wes comenzó a anhelar cada visita suya, como cuando un perro ve a su amo después de una larga jornada de trabajo.

Era vergonzoso, humillante , en especial porque Vlad lo notó casi de inmediato. Pero, para ser honestos, ¿cómo podía él no anhelar la presencia de aquel hombre cuando este mismo escuchaba cada palabra que salía de su boca con total atención? Nunca antes alguien o algo había mostrado tanto interés en él como lo hacía Vlad, y Wes no pudo evitar querer más de esa atención.

Fue adictivo, le hizo sentirse importante para alguien.

Walter, su padre, era igualmente un hombre bastante ocupado. La diferencia, sin embargo, fue que él nunca se molestó en buscar momentos libres para pasar tiempo de calidad como una familia. Vlad, por el otro lado, optaba por crear un duplicado suyo para atender los asuntos "importantes" de su vida para poder pasar tiempo con él.

Incluso si Vlad terminó acostumbrándolo con su presencia, Wes entendió que no siempre podía estar con él. Era un hombre importante después de todo.

El reemplazo perfecto - Danny PhantomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora