Capítulo 4

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Lo primero que registró la aturdida mente de Wes al despertar fue lo increíblemente cómoda que era su cama.

El colchón que estaba debajo de su cuerpo se sintió casi como una nube esponjosa y la cobija (¿o colcha?) a la que se estaba acurrucando con los ojos cerrados lo mantuvo fresco pero no al punto de temblar.

Una parte de su cabeza inmediatamente saltó a la curiosidad, una curiosidad que terminó pasando a la consternación preguntando sobre si esa era realmente su cama.

Evidentemente, Wes ignoró aquella vocecilla molesta de su cabeza solo para seguir disfrutando de aquella suave nube en la que se encontró descansando. Un hecho que remarcó fuertemente tras suspirar soñadoramente por la nariz mientras se acurrucaba aún más en esas cómodas telas con una sonrisa plasmada en su rostro.

La comodidad de aquella cama, junto con el inexplicable cansancio que sentía en su cuerpo, casi lo hizo volver a entrar en un profundo sueño gobernado por Morfeo, un sueño en el que ni un terremoto podría despertarlo. Sin embargo, su sentido del olfato detectó un olor en particular antes de alcanzar el punto de no retorno, un olor que activó de forma inmediata cierta parte primaria de su cuerpo.

Todavía con la mente confusa y con la visión borrosa, el joven adolescente asomó su cabeza por encima de la colcha en la que se había refugiado y, siendo guiado por su propia nariz, volteó hacia el origen de aquel delicioso olor que provocó que su estómago gruñera como un oso salvaje.

Aquella vocecilla que anteriormente había ignorado regresó a la superficie con una fuerza tan brutal que el sueño se esfumó en un simple parpadeo cuando se percató que un hombre que definitivamente no era su padre se encontró parado a pocos metros de él, con lo que sea que su nariz se haya enganchado.

El ardor de sus ojos (¿por qué le ardían los ojos como si hubiera llorado?) y su visión demasiada borrosa no se solucionó con un par de parpadeos. No, estos simplemente lo empeoraron para su total disgusto.

Después de frotarse los ojos con algo de desesperación, Wes volvió a mirar al extraño hombre con el que estaba compartiendo aquella habitación que definitivamente no era la suya.

No hace falta decir que lo que terminó encontrando casi lo hace caer de la cama con un grito ahogado porque ahí, justamente frente a él, se encontró Vlad Masters. El hombre multimillonario, dueño de varias empresas u/o compañías importantes y, sobre todo, el alcalde de su ciudad.

Puede que la simple presencia de Masters lo tenga congelado y sin habla por ser un hombre bastante importante e intimidante, pero, ver a su alcalde frente a él sosteniendo un plato de... ¿Lasaña? Sí, sus ojos no lo engañaban; un plato humeante de lasaña estaba en la mano de su alcalde, lo que definitivamente le hizo cuestionar si no estaba en un sueño lúcido y extraño.

—Finalmente —dijo casualmente como si estuviera preguntando por la hora—. Sabía de antemano que estarías bastante agotado después de la acalorada charla que tuvimos la noche anterior, pero creo que subestimé hasta qué grado, ya que saltarse el desayuno y el almuerzo no es algo muy sano que digamos.

Wes, completamente confundido y estupefacto, miró al alcalde de su ciudad caminar despreocupadamente hacia la mesa para una o dos personas que estaba situada al otro lado de la habitación.

Su confusión sobre la situación fue tan fácil de distinguir en su rostro que casi se podían ver los signos de interrogación flotando por encima de su cabeza. Pero, incluso si Vlad se volteara en esos instantes, sería demasiado tarde para verlo, ya que los sucesos del día anterior regresaron a la mente del adolescente.

El aluvión de emociones fue tan repentino e inesperado que Wes no pudo evitar agarrarse la cabeza con ambas manos por el penetrante dolor de cabeza que amenazaba hacerlo llorar.

El reemplazo perfecto - Danny PhantomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora