Taeyong, un chico dulce, tímido y un gran amante de las rosas. Para sus 24 años de edad, tenía todo lo qué cualquier persona de su edad desea, una gran casa, autos, lujos, incluso, un matrimonio totalmente estable. Al menos eso pensaba la sociedad...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
.
Taeyong lloraba desconsoladamente, su cuerpo dolía y podía sentir como temblaba ante cada golpe que Johnny le daba.
Después de que entró a su supuesto hogar, su esposo estaba más que furioso de ver quién lo había llevado, inmediatamente el castaño trató de huir después de ver como el rubio se acercaba a él y no con buenas intenciones.
Los golpes hacían eco por la sala, los empleados se daban cuenta de todo, pero jamás se meterían en esa situación, no por qué no quisieran, si no, que sabían perfectamente que Johnny Suh no se tentaría él corazón con nadie.
Una última patada en el estómago hizo a Taeyong toser sintiendo la sangre en su boca, él mayor se acercó tomando del cabello paran hacer que lo mire a los ojos.
—Si te dejo botado como basura, así te tienes que quedar.
Sin más, lo dejó en el suelo, totalmente inconciente.
.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
.
Taeyong poco a poco fué abriendo los ojos poco a poco, sintiendo su cuerpo doler inmediatamente, miró al rededor y ya estaba en su habitación, en esas malditas cuatro paredes de las cuáles nunca podría salir.
La puerta fué abierta, pero su miedo desapareció al ver que se trata de Eunji, una señora ya grande que lleva trabajando con ellos desde inicio de su matrimonio, en verdad la quería mucho como una madre, ya que ella siempre lo trató como a un hijo.
—Mi niño, perdón por no estar aquí cuando eso pasó.
—No te preocupes, nadie pudo hacer nada para detenerlo.
—Dios, te dejó muy lastimado, curaré las heridas y te haré una cena deliciosa.
—No tengo hambre...
—Tienes que comer ó te hará mal, ¿por favor?.
Él castaño sonrió asintiendo, sin duda, aquella mujer siempre lo hacía sentir tan cálido, era lo único bueno de aquella casa, ella y su hermoso jardín de rosas.
